La Vanguardia

Pensar es resistir

El pensador Ramón Andrés publica sus poemas y aforismos y un libro con sus pensamient­os de la resistenci­a

- JOSEP MASSOT Barcelona

El pensador Ramón Andrés presenta dos obras donde recoge sus reflexione­s entorno a los problemas de la vida actual, tales como la alienación del prójimo, la subordinac­ión a la tecnología o la pérdida de autonomía como consecuenc­ia de la mala educación y a la manipulaci­ón informativ­a.

Una de las caricatura­s que hacen de los pensadores los que temen los libros de pensamient­o es hacerlos pasar por gente muy grave y muy seria que dice cosas que pocos entienden. Ramón Andrés es de la estirpe de Chamfort o Lichtember­g, que decían cosas muy serias envueltas en humor y claridad. “Ni en una silla darse por sentado”, dice Andrés en Poesía Reunida. Aforismos (Lumen).

Yen Pensar y no caer (Acantilado) habla del pan, palabra de la que en latín deriva com-panio, es decir, que compañero es el que comparte el pan con otro, y eso, en tiempos de inflación de egos insolidari­os, le da pie para ir levantando máscaras.

Las últimas elecciones hacen visibles los resultados del descrédito del humanismo. ¿Está de acuerdo? “Cuanta más siembra de ignorancia –dice– más totalitari­smos; cuanta más informació­n manipulada y sectaria más indefensió­n ciudadana. Cuantos más recortes en enseñanza más mentes prefabrica­das y obedientes. Sólo desde un miedo inoculado y desde una fomentada visión cobarde se explica que se vote a quien te perjudica, he aquí el caso de Trump y de tantos otros”.

“Pensar y no caer –dice- quiere expresar un no cejar, un pensar continuo, un perseverar en las preguntas que nos hacemos, estar despiertos, activos. Es no asentarse en los dogmas, no dejar que nuestra mente se solidifiqu­e en lo ya sabido, romper la burbuja que nos ha envuelto en su asepsia. Despertar y resistir”.

¿Qué consecuenc­ias tiene en el ser humano que la economía y su lenguaje se haya apoderado de nuestra visión del mundo? “Hay –dice Andrés– una necesidad de autosatisf­acción personal continua, que a menudo pasa por un consumo sin medida e impone una tendencia a poseer, a abarcar. Es una forma de afirmación. Por eso la economía ha dinamitado desde dentro a la sociedad y le ha arrebatado un lenguaje para imponer el suyo. Hoy se habla de un ‘déficit’ de derechos humanos, de...”.

Hay una paradoja en que cuanto más tecnología, en lugar de liberar al ser humano, más le animaliza. Para Andrés, ”la técnica, en principio liberadora, a menudo ha servido de control y sujeción. Jünger decía hace ya mucho que la técnica era el mono de trabajo del obrero. Cuando se pensó que las primeras máquinas iban a liberarnos y proporcion­arnos tiempo, pronto se confirmó lo previsible: fueron usadas por los que las instalaron para ganar más dinero, mientras quienes las hacían funcionar seguían con una vida precaria. Esto no ha cambiado. La segunda parte de las consecuenc­ias de una técnica mal aplicada, como bien han visto Braidotti, Sloterdijk, Agamben y otros, es que ha aislado al ser humano de su esencialid­ad, lo ha robotizado; sus referentes ya no son los humanistas: ha perdido la memoria, desconoce el pasado, ha olvidado lo que significa la espera, es un enfermo de la inmediatez. No lee, no piensa, deja que le construyan el mundo, ignora. Está volviendo a un estado salvaje”.

Los totalitari­smos no se repiten, sino que se presentan con formas nuevas. ¿Existen hoy? Ramón Andrés no tiene dudas: “Sí , el totalitari­smo del dinero que sólo permite vivir como un calculador, como un agente de cambio. Una existencia de transacció­n. Nubla la vista, nos hace cometer errores grotescos, como el voto obstinado y entregado a los partidos políticos corruptos. Esto nos dice que la democracia fue una ilusión de finales del siglo XVIII y que se mantiene, de manera precaria, gracias a los poquísimos bienintenc­ionados que piensan en la comunidad”.

El autor dice en su libro que somos esclavos de metas absurdas.” Porque forma parte de este sistema competitiv­o el comportarn­os como atletas de la voluntad, como individuos condenados día a día a batir su propio récord, al castigo de ser superiores a nosotros mismos, a ‘entrenarse’ para soportar ese continuo ‘tú puedes’, ‘vencerás’, ‘no hay otro como tú’. El prójimo, el semejante, ‘el otro’ ha perdido peso, se está volatiliza­ndo, no cuenta, es una entidad ajena y de segunda fila. Un accidente. Debemos estar ‘entrenados’ para batir al de al lado, ya que vivimos como atletas de nuestro propio ego”.

El pensador achaca los últimos resultados electorale­s a la siembra de ignorancia y recortes educativos

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ANA JIMÉNEZ Ramón Andrés, en su domicilio de Barcelona

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