Los pies más salvajes
Dos jóvenes viajan a Costa Rica para estudiar los pies de la comunidad bribri.
“Venimos a miraros los pies”, dijo Júlia Solé a los habitantes de Yorkin, la comunidad indígena de la etnia bribri que sigue viviendo hoy en la selva de Costa Rica casi igual como lo hacían sus ancestros. “Nos miraron y alucinaron”, recuerda Pol Ferré, que decidió acompañar en su curiosa aventura a la estudiante de cuarto y último curso de Podología, en la Universitat de Barcelona (UB).
Rápidamente encontraron la complicidad de esta comunidad, matriarcal, integrada por cerca de 200 personas, que aceptó acoger a dos jóvenes blancos de Tarragona. Las puertas de Yorkin, pueblo amerindio algo receloso y temeroso ante la llegada del hombre blanco, se abrieron gracias a la intermediación de Paco Pacheco, con más de veinte años de experiencia y ayuda a los indígenas bribri, que ha trabajado para favorecer el desarrollo autónomo de una comunidad que vive básicamente del cultivo del cacao. “Si no te conocen, se cierran, sobretodo si eres blanco”, advierte Júlia.
Y así empezaron a vivir, a principios del pasado junio, en Yorkin, como unos bribri más, pero para estudiar sus extremidades. Si el proyecto era finalmente viable, se convertiría en el trabajo práctico final de su grado de Podología.
Tanto Júlia como Pol, amigos, perseguían también una experiencia vital, para gozar del privilegio de adentrarse en una tribu indígena y conocer su forma de vida, prácticamente aislada, en el corazón de la selva. Aunque los indígenas conservan su lengua, el bribri, saben expresarse también en castellano, lo que facilitó la integración. “Su manera de vivir está basada en un gran respeto con la naturaleza, para ellos lo es todo, también su fe”, destaca Pol.
La investigación del pie bribri, pedigrafo en ristre, no fue tarea fácil. No fue trabajo sencillo la recopilación de datos, el acopio de medidas y el análisis de posibles patologías, pie a pie. Los indígenas de Yorkin viven de forma diseminada, en cabañas, agrupados en familias. Los jóvenes se emancipan rápido, antes de alcanzar la mayoría de edad, construyen su casa y tienen hijos. La zona es además muy húmeda, junto al río Yorkin, frontera natural con Panamá. Las condiciones del terreno y la forma de vida de los bribri obligaron a Júlia y Pol a andar decenas de kilómetros por la selva durante un mes, a diario, para ir de cabaña en cabaña, acompañados de un guía del grupo. “Por dos pies teníamos que andar una mañana”, recuerdan.
Los dos jóvenes aventureros pudieron comprobar que los bribri no siempre van descalzos. “Cuando se desplazan por la selva usan botas de agua para protegerse, es su único calzado”, destaca Júlia. Los principales peligros, las culebras que viven en las zonas permanentemente encharcadas. Tras más de un mes visitando cabañas y midiendo pies, la futura podóloga consiguió recopilar la información detallada de hasta cien pies, el objetivo cuantitativo que se había marcado antes de viajar.
Aunque el desafío estaba superado, con los datos necesarios para regresar a casa y empezar a analizar toda la información, Júlia sintió la necesidad de seguir viviendo con los bribri. “Los indígenas me atraparon”, destaca con entusiasmo. Al acumular experiencias pudo adentrarse en la complejidad de una comunidad que tiene también sus contradicciones, con problemas vinculados al consumo a veces excesivo de alcohol y a la posesión de algunas armas, en una zona marcada también por el tráfico de drogas. “Entonces empecé a ver cómo eran, a conocer sus problemas reales. Los pies ya eran secundarios”, constata.
Al final del verano Júlia y Pol regresaron a Catalunya. “Si no hubiese tenido el billete de avión, yo no hubiera vuelto”, confiesa ella, sonriente. La estudiante está procesando ahora todos los datos para elaborar su proyecto. Las principales conclusiones están ya sobre la mesa. “Los hongos son la patología más frecuente, por el contacto con el agua y el uso de las botas. Pero sus pies son muy sanos y fuertes, más que los nuestros. No encontré ni un solo pie con callos, y aquí son muy habituales”, destaca. El pie bribri, especialmente ancho, tiene un único problema. “Se cortan mal las uñas”, advierte. Y esto les provoca infecciones frecuentes en los pies que solucionan arrancándose las uñas de cuajo, algo lógicamente muy doloroso. “Se podría solucionar formando a un indígena para que aprenda a cortarlas, con la ayuda de un bisturí”, añade. Júlia tiene la idea de regresar para enseñar a los bribri a cortarse bien sus uñas. “Con más tiempo sería relativamente sencillo”, asegura.
“Sus pies son muy fuertes y sanos, pero tienen un problema: no saben cortarse bien las uñas”, destaca Júlia Aunque van descalzos, utilizan botas de agua para desplazarse, lo que les origina problemas de hongos