El Lliure, referencia teatral
TODA capital cultural tiene entre sus principales pilares unas pocas instituciones que han acreditado, de modo sostenido, su excelencia. En el ámbito teatral de Barcelona, el Teatre Lliure es una referencia única. Y lo es tanto por la calidad de sus producciones como por su capacidad innovadora, así como por la naturaleza de sus orígenes y por sus posteriores desarrollo y crecimiento.
El viernes por la noche, los profesionales del Teatre Lliure, acompañados por colegas y seguidores, celebraron el cuarenta aniversario en sus instalaciones de Montjuïc. El Lliure levantó el telón por primera vez el 2 de diciembre de 1976. Y lo hizo para escenificar Camí
de nit 1854, una obra escrita y dirigida por Lluís Pasqual, actual director de la casa. Anteayer viernes, al caer la noche, el Lliure quiso conmemorarlo por todo lo alto. Y tenía motivos más que sobrados para hacerlo.
La primera causa del éxito del Lliure, como apuntábamos, es la calidad de sus producciones. En la memorias de los amantes del teatro refulgen todavía numerosos montajes que fueron cimentando el prestigio de la institución. La capacidad innovadora del Lliure está también fuera de duda. En Barcelona y en otras capitales españolas, el Lliure es considerado un faro, un escenario al que se va a disfrutar, a aprender y a renovarse.
Respecto de los orígenes, es de rigor recordar la figura de Fabià Puigserver. Son muchas las personas que a lo largo de los años han contribuido a engrandecer el Lliure. Pero si hubiera que destacar una figura fundacional, básica para edificar, de abajo arriba, esta institución, esa sería la del añorado Puigserver. A su alrededor se fue forjando una nueva cultura teatral, atenta a la escena europea más puntera, a los clásicos, también a la tradición local. En ella participó un cuerpo actoral que hoy puede considerarse ya como mítico, aunque no pocos de sus integrantes siguen en activo. Y, por supuesto, es obligado hablar de la indesmayable ambición que ha propulsado el desarrollo y el crecimiento del Lliure. Partiendo de su sede histórica en Gràcia, sus dirigentes supieron, primero, soñar y luego diseñar su sede de Montjuïc, abierta en el 2001, con apoyos públicos. Y, después, una vez operativa, supieron conservar también la sede fundacional.
Por último, hay que sumar a todo lo dicho otro elemento. El Lliure, gracias a su arte y, también, a su habilidad a la hora de organizar y comprometer a sus espectadores, fue garantizando la pervivencia del espíritu que le alienta –esa libertad que le da nombre–. Y fue conquistando día a día un futuro que deseamos muy largo, por el bien del teatro, de la cultura y de Barcelona.