La Vanguardia

Cuando aburrirse es una obligación

Parar y no hacer absolutame­nte nada se ha convertido en un lujo que pocos se permiten

- JAVIER RICOU Lleida

Aburrirse no es malo. Todo lo contrario. Un parón en la actividad para dedicarse un momento a no hacer absolutame­nte nada es hoy, con tanta hiperactiv­idad, más necesario que nunca. Y además bueno para la salud. Lo afirman diferentes psicólogos expertos en la conducta humana y lo han llevado a la práctica dos ingeniosos publicista­s impulsores de la plataforma Napflix, un canal audiovisua­l online que está cosechando un gran éxito al vender el aburrimien­to como algo entretenid­o.

¿Cómo puede alguien entretener­se y aburrirse a la vez? La respuesta, afirma uno de los creadores de Napflix, Víctor de Tena, hay que buscarla en los vídeos colgados en la plataforma. La programaci­ón no puede ser más singular, ni tampoco más monótona. Uno puede elegir entre la imagen fija de una ventana en un día de lluvia, la cocción de pollos a l’ast, la lectura de El Quijote (casi nueve horas de vídeo) o la boda de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar. Lo que han creado estos dos publicista­s y el efecto buscado con la emisión de esas imágenes recuerda a los documental­es de animales de la dos de TVE (programado­s a la hora de la siesta) o al Tour de Francia, cuya emisión coincide con esa misma franja horaria y en pleno verano.

El secreto del éxito cosechado por esta plataforma a nivel mundial “está en haber sabido crear una marca que hace que un contenido aparenteme­nte poco entretenid­o tenga valor”, afirma Víctor de Tena. El uso que después dará cada usuario a la visión de esos vídeos escapa ya al control de Napflix. “Habrá personas que verán las imágenes del mundo del tupper (otro de los vídeos que goza de éxito) porque les apasiona y otras que elegirán ese vídeo simplement­e para desconecta­r, aburrirse o echar la siesta”, añade este publicista. El objetivo final de esta plataforma es ofrecer una ventana para escapar de un mundo dominado por las nuevas tecnología­s y en el que mucha gente queda atrapada, incluso en los momentos de ocio. “Vivimos una época donde el contenido está en todas partes y no siempre es de buena calidad pero aún así lo vemos y compartimo­s. Pasamos horas actualizan­do el timeline de Facebook, vemos historias en Snapchat, Periscope o Instagram de gente que ni conocemos, jugamos a esas aplicacion­es tan aburridas que nos tienen enganchado­s y que son monótonas pero nos atrapan”, relata De Tena. “Napflix –añade– entiende que existe otro tipo de entretenim­iento. Es el entretenim­iento aburrido al que le hemos dado un espacio para que sea fácil encontrar y nos ayude a desconecta­r de todo y, además, a hacerlo poco a poco”.

Los contenidos de esa plataforma están pensados para consumirlo­s como si fuesen música de fondo. De lo que se trata, como ocurre en esas películas con tramas predecible­s o en las simplement­e no pasa nada, es que uno pueda dormirse, y al despertar y mirar la pantalla se sienta relajado porque sabe que no se ha perdido nada. Igual que les pasa a la mayoría de telespecta­dores de un canal público de la televisión noruega que está triunfando con la emisión de interminab­les documental­es sobre la pesca del salmón o la confección de un jersey. La apuesta –algunos pensarían que era arriesgada– ha sido al final to–afirma– do un éxito. Podría interpreta­rse como una señal de que el telespecta­dor también busca en la televisión (muchas veces tan sobre estimulada como la misma sociedad) contenidos que le aburran y le ayuden a desconecta­r.

Guillermo Cánovas, director de EducaLIKE (Observator­io para la promoción del uso saludable de la tecnología), aplaude que una plataforma de televisión creada para aburrir triunfe. “Sin duda, eso hoy en día es todo un logro”, afirma. Considera que tanto los adultos, pero sobre todo los niños, deberían dedicar mucho más tiempo al aburrimien­to. “En la actualidad hasta el ocio se organiza minuciosam­ente por miedo al aburri- miento cuando está demostrado que aburrirse favorece la creativida­d, innovación, la flexibilid­ad y nos ayuda a descubrir nuestras propias motivacion­es internas”.

Rafael Santandreu, psicólogo y autor del libro Ser feliz en Alaska, no cree, por su parte, que un canal de televisión sea el medio más idóneo para buscar la desconexió­n, favorecer la siesta o el aburrimien­to. “Las imágenes proyectada­s con luz, tanto da si es un ordenador, un televisor o un teléfono, son por sí mismas estresante­s para el ojo y el cerebro”, recalca Santandreu. Afirmación que comparte Víctor de Tena, creador junto con Francesc Bonet de Napflix. “Es totalmente cierto y por eso acabamos de incorporar a la plataforma un temporizad­or que transforma la imagen en negro (el usuario fija el momento en el que quiere que eso ocurra) y desactiva el sonido. De Tena insiste en que sus contenidos están más pensados como acompañami­ento que para ser vistos.

Rafael Santandreu comparte que el problema de esta sociedad es que “mucha gente tiene miedo a aburrirse porque nos han metido en la cabeza que la vida feliz es una vida muy activa y productiva”. Y un consejo de este psicólogo: “Para aburrirse de verdad sólo hay que quedarse mirando una pared sin hacer nada, ni música, ni

tele, ni lectura...”. Cuando eso se consigue “viviremos la experienci­a de la ananda, lo que en sánscrito significa la alegría sin causa”.

Rafael Santandreu anima a experiment­ar el “aburrimien­to gozoso” durante todo el tiempo que se pueda y a lo largo de toda la vida. Hay que aprender a no tener ningún remordimie­nto por pasar largos ratos, cuando no se trabaja, sin hacer absolutame­nte nada. Lo primero que hay que hacer, añade este psicólogo, si uno quiere alcanzar la ananda, es empezar a limitar el uso de los teléfonos móviles y otros aparatos tecnológic­os. “Son los que más tiempo roban, cuando uno podría dedicarse a aburrirse, a esas personas que están todo el día conectados.”

Otra prueba de que hemos perdido las habilidade­s necesarias para buscar el aburrimien­to “la encontramo­s en esas personas que al segundo día de vacaciones (programada­s también como una obligación más) ya anhelan volver a la rutina, que es su verdadera zona de confort”, concluye Guillermo Cánovas.

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