Cuando aburrirse es una obligación
Parar y no hacer absolutamente nada se ha convertido en un lujo que pocos se permiten
Aburrirse no es malo. Todo lo contrario. Un parón en la actividad para dedicarse un momento a no hacer absolutamente nada es hoy, con tanta hiperactividad, más necesario que nunca. Y además bueno para la salud. Lo afirman diferentes psicólogos expertos en la conducta humana y lo han llevado a la práctica dos ingeniosos publicistas impulsores de la plataforma Napflix, un canal audiovisual online que está cosechando un gran éxito al vender el aburrimiento como algo entretenido.
¿Cómo puede alguien entretenerse y aburrirse a la vez? La respuesta, afirma uno de los creadores de Napflix, Víctor de Tena, hay que buscarla en los vídeos colgados en la plataforma. La programación no puede ser más singular, ni tampoco más monótona. Uno puede elegir entre la imagen fija de una ventana en un día de lluvia, la cocción de pollos a l’ast, la lectura de El Quijote (casi nueve horas de vídeo) o la boda de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar. Lo que han creado estos dos publicistas y el efecto buscado con la emisión de esas imágenes recuerda a los documentales de animales de la dos de TVE (programados a la hora de la siesta) o al Tour de Francia, cuya emisión coincide con esa misma franja horaria y en pleno verano.
El secreto del éxito cosechado por esta plataforma a nivel mundial “está en haber sabido crear una marca que hace que un contenido aparentemente poco entretenido tenga valor”, afirma Víctor de Tena. El uso que después dará cada usuario a la visión de esos vídeos escapa ya al control de Napflix. “Habrá personas que verán las imágenes del mundo del tupper (otro de los vídeos que goza de éxito) porque les apasiona y otras que elegirán ese vídeo simplemente para desconectar, aburrirse o echar la siesta”, añade este publicista. El objetivo final de esta plataforma es ofrecer una ventana para escapar de un mundo dominado por las nuevas tecnologías y en el que mucha gente queda atrapada, incluso en los momentos de ocio. “Vivimos una época donde el contenido está en todas partes y no siempre es de buena calidad pero aún así lo vemos y compartimos. Pasamos horas actualizando el timeline de Facebook, vemos historias en Snapchat, Periscope o Instagram de gente que ni conocemos, jugamos a esas aplicaciones tan aburridas que nos tienen enganchados y que son monótonas pero nos atrapan”, relata De Tena. “Napflix –añade– entiende que existe otro tipo de entretenimiento. Es el entretenimiento aburrido al que le hemos dado un espacio para que sea fácil encontrar y nos ayude a desconectar de todo y, además, a hacerlo poco a poco”.
Los contenidos de esa plataforma están pensados para consumirlos como si fuesen música de fondo. De lo que se trata, como ocurre en esas películas con tramas predecibles o en las simplemente no pasa nada, es que uno pueda dormirse, y al despertar y mirar la pantalla se sienta relajado porque sabe que no se ha perdido nada. Igual que les pasa a la mayoría de telespectadores de un canal público de la televisión noruega que está triunfando con la emisión de interminables documentales sobre la pesca del salmón o la confección de un jersey. La apuesta –algunos pensarían que era arriesgada– ha sido al final to–afirma– do un éxito. Podría interpretarse como una señal de que el telespectador también busca en la televisión (muchas veces tan sobre estimulada como la misma sociedad) contenidos que le aburran y le ayuden a desconectar.
Guillermo Cánovas, director de EducaLIKE (Observatorio para la promoción del uso saludable de la tecnología), aplaude que una plataforma de televisión creada para aburrir triunfe. “Sin duda, eso hoy en día es todo un logro”, afirma. Considera que tanto los adultos, pero sobre todo los niños, deberían dedicar mucho más tiempo al aburrimiento. “En la actualidad hasta el ocio se organiza minuciosamente por miedo al aburri- miento cuando está demostrado que aburrirse favorece la creatividad, innovación, la flexibilidad y nos ayuda a descubrir nuestras propias motivaciones internas”.
Rafael Santandreu, psicólogo y autor del libro Ser feliz en Alaska, no cree, por su parte, que un canal de televisión sea el medio más idóneo para buscar la desconexión, favorecer la siesta o el aburrimiento. “Las imágenes proyectadas con luz, tanto da si es un ordenador, un televisor o un teléfono, son por sí mismas estresantes para el ojo y el cerebro”, recalca Santandreu. Afirmación que comparte Víctor de Tena, creador junto con Francesc Bonet de Napflix. “Es totalmente cierto y por eso acabamos de incorporar a la plataforma un temporizador que transforma la imagen en negro (el usuario fija el momento en el que quiere que eso ocurra) y desactiva el sonido. De Tena insiste en que sus contenidos están más pensados como acompañamiento que para ser vistos.
Rafael Santandreu comparte que el problema de esta sociedad es que “mucha gente tiene miedo a aburrirse porque nos han metido en la cabeza que la vida feliz es una vida muy activa y productiva”. Y un consejo de este psicólogo: “Para aburrirse de verdad sólo hay que quedarse mirando una pared sin hacer nada, ni música, ni
tele, ni lectura...”. Cuando eso se consigue “viviremos la experiencia de la ananda, lo que en sánscrito significa la alegría sin causa”.
Rafael Santandreu anima a experimentar el “aburrimiento gozoso” durante todo el tiempo que se pueda y a lo largo de toda la vida. Hay que aprender a no tener ningún remordimiento por pasar largos ratos, cuando no se trabaja, sin hacer absolutamente nada. Lo primero que hay que hacer, añade este psicólogo, si uno quiere alcanzar la ananda, es empezar a limitar el uso de los teléfonos móviles y otros aparatos tecnológicos. “Son los que más tiempo roban, cuando uno podría dedicarse a aburrirse, a esas personas que están todo el día conectados.”
Otra prueba de que hemos perdido las habilidades necesarias para buscar el aburrimiento “la encontramos en esas personas que al segundo día de vacaciones (programadas también como una obligación más) ya anhelan volver a la rutina, que es su verdadera zona de confort”, concluye Guillermo Cánovas.