La Vanguardia

Electra también fue feliz

La ópera de Strauss vuelve al Liceu con el montaje que creó Patrice Chéreau antes de morir

- JUSTO BARRANCO Barcelona

Una oportunida­d única. La primera y la última. En todos los sentidos. Esta noche el Gran Teatre del Liceu estrena por primera vez en España una ópera dirigida por Patrice Chéreau, el gran director de teatro, cine y ópera francés, conocido por películas como La reina

Margot. Será la radical e intensa Elektra de Richard Strauss con un reparto de lujo encabezado por la soprano Evelyn Herlitzius y la mezzo Waltraud Meier, las mismas que encabezaro­n el aclamado estreno de esta producción en Aix-en-Provence en el 2013. El que no estará es Patrice Chéreau, que falleció poco después de ponerla en escena. Pero es que además la de Barcelona será la última posibilida­d de ver este montaje en el que Chéreau quiso huir de tópicos. Quiso huir, dice Meier de retratar a Electra –la que da nombre al famoso complejo opuesto al de Edipo, con la hija enamorándo­se del padre– como la buena, aunque consumida por el odio y sedienta de venganza, y como la mala a su madre Clitemnest­ra, quien ha matado junto a su amante Egisto a su marido, el rey Agamenón. “Patrice quiso huir de los arquetipos, retratar a personas corrientes, no son ni buenos ni malos, todos tienen su parte de culpa”, subraya la mezzo.

Y esa idea sobre los personajes, explica Vincent Huguet, director de la reposición, es la que articula la escenograf­ía: “La idea de Patrice es que se trataba de una casa donde la gente en el pasado fue feliz. Él había visto produccion­es de Elektra con sangre en las paredes, un espacio como una cárcel, una prisión, un hospital, un lugar de tortura, una carnicería, sitios horribles. Pero para él en el pasado, cuando Agamenón vivía en ese palacio, la gente era feliz, la familia funcionaba”.

Además, detalla de la escenograf­ía, “Patrice estaba obsesionad­o con dar una narración muy clara de la pieza y por eso hay tres entradas por donde pueden entrar unos y otros no, es una geografía para los personajes que por sí sola ya te cuenta parte de la historia. Además se mezclan elementos de diferentes épocas, como un gran ábside de basílica románica, una esquina a lo Bauhaus y otra más modernista, y eso crea un conjunto que se mantiene todo el tiempo en movimiento”. Huguet explica que está feliz de estrenar por fin una ópera de Chéreau en España, porque “era su segunda casa, hablaba un bello español, tenía una casa en Sevilla, incluso su madre ya tuvo una historia de amor con España”. Y señala que “algo continúa viviendo de él con este espectácul­o”.

A Barcelona Elektra llega prácticame­nte el reparto original del estreno en Francia: Herlitzius, Meier, la soprano Adrianne Pieczonka como Crisótemis –que intenta que su hermana Electra no mate a su madre–, el tenor Thomas Randle como Egisto o el legendario bajo-barítono de 92 años Franz Masura como el preceptor de Orestes, hermano de Crisótemis y Electra. Y de Ifigenia, a la que su padre sacrificó para poder navegar a la guerra de Troya. Un Orestes que será el que finalmente acabe con su propia madre y con Egisto y que sí ha cambiado respecto a Aix-en-Provence: ahora le da vida el bajo-barítono Alan Held.

La soprano Evelyn Herlitiziu­s evoca a Chéreau recordando “su humor fantástico pese al tema de la obra, su humanidad, su capacidad y voluntad de no aceptar los juicios y lo que se hubiera dicho antes de nuestros roles. Era capaz de vivir los personajes, y se ve”. Y sobre su Electra, y sus bailes inicial y final, explica que ella había bailado y “la danza me sale bastante natural”. “Hablamos con Patrice de que al final de la obra Electra está agotada, si está muerta o no pasa a un segundo término: es la imagen de una lámpara que se va apagando. Busqué una conexión entre el baile del principio lleno de energía con el último donde no la encuentra. Tras la muerte de la madre está vacía. De hecho la pieza tiene toda ella un ritmo de baile, danza pura, no estrictame­nte un vals pero se parece, hay este impulso. Desde el estreno ha ido cambiando, quedando olvidado, pero es muy importante para toda la obra”.

Su madre en escena, la mezzo Waltraud Meier, era amiga de Ché- reau, con el que trabajaba desde los noventa. “Era una persona muy culta. Dominaba las diversas disciplina­s del arte. La literatura, la filosofía, la música, y en esta obra, más que en ninguna otra, la psicología. Con él hablamos mucho de la relación madre e hija. Para él este era el punto central de la obra. Hablamos sobre si se tenía que ir en contra de la tradición sobre reflejar solo los dos caracteres uno como la buena, aunque consumida por el odio, y la otra como la mala. Él no tenía esa intención, se basaba mucho en la tragedia de Sófocles y tenía en cuenta que cuando se escribió el libreto de Elektra estaba muy presente el tema de la histeria femenina que propugna Freud. Para él la familia no

DEL TÓPICO... “A veces se hace ‘Elektra’ con sangre en las paredes, en una cárcel, una carnicería”

...A UNA FAMILIA NORMAL “Para Patrice se trataba de una casa donde la gente en el pasado fue feliz”

GRAN ORQUESTA Josep Pons se enfrenta por primera vez a esta ópera; tendrá 87 músicos en el foso

deja de ser una familia que previament­e ha funcionado, pero luego cada uno sigue su destino. Se trata de mostrar la ambivalenc­ia de todos los roles. Y la relación entre madre e hija. Esa cierta proximidad que a veces se muestra, ese anhelo, ese deseo que tienen las dos de hablar en algún momento con la otra. Se trata de mostrar las pequeñas chispas donde puede funcionar, aunque finalmente no funciona”.

El director musical de la pieza será Josep Pons, que aunque ha dirigido mucha música de Strauss es la primera vez que se enfrenta a Elektra. “Es una producción fascinante, la escenograf­ía te inspira, los dos minutos que tenemos antes de co- menzar a tocar, viendo cómo limpian en escena, esa luz oscura, dan un aroma, un pálpito fundamenta­l. Es una genialidad no comenzar con el sonido”, dice, y subraya que “puede parecer que el lenguaje es el mismo que el de otras de las sinfonías y conciertos de Strauss, pero una vez se introduce el carácter dramático varía totalmente. Pasa en Mozart también”, explica. Y concluye que es una obra “muy difícil técnicamen­te pero eso se resuelve. Y además de dar el pulso dramático está la dificultad de las dimensione­s de orquesta –habrá 87 músicos en el foso– para poder tener unos buenos balances con las voces, pero creo que lo hemos conseguido”.

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PASCAL VICTOR / ARTCOMART La soprano Evelyn Herlitzius en una escena de Elektra

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