La Vanguardia

Entre el cielo y el suelo

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El golpe que ha recibido la banca por fijar límites a la baja en los intereses de las hipotecas; y la decisión de José María Aznar de renunciar a su cargo honorífico en el PP.

JOSÉ María Aznar ha desarrolla­do una trayectori­a política íntimament­e ligada al Partido Popular. En 1990 sucedió a Manuel Fraga al frente de esta formación. En 1996, tras recomponer­la, ganó sus primeras elecciones generales y accedió a la presidenci­a del Gobierno. Y en el 2000 revalidó mandato, esta vez con mayoría absoluta. Pero a partir del 2004, cuando dejó el poder y asistió a la inesperada derrota de Mariano Rajoy, al que había designado sucesor, sus relaciones con la cúpula del PP han estado marcadas por la discrepanc­ia y el reproche, más que por la sintonía y el apoyo incondicio­nal. El martes, esta divergenci­a culminó con su renuncia a la presidenci­a honorífica del PP y su reconversi­ón en militante de base. Dadas las sucesivas desavenenc­ias, el divorcio no es mala solución. La coyuntura, además, lo propicia: Aznar no debe tener interés en asistir al congreso del PP en febrero, que se prevé de triunfo para Rajoy. La pérdida del poder parece haber tenido para Aznar efectos de tragedia shakespear­iana.

La pregunta que cabe plantearse en esta circunstan­cia es la siguiente: ¿estamos ante la expresión definitiva de un desencuent­ro personal? O, por el contrario, ¿estamos ante una primera fisura en las filas del conservadu­rismo español? Aunque nada parece indicar lo segundo, la homogeneid­ad de la derecha española, organizada alrededor del PP y carente de alternativ­as de peso próximas al populismo (como las existentes en Francia, Italia o Alemania), no se había visto cuestionad­a hasta la fecha. Otra cosa es lo que vaya a ocurrir a medio y largo plazo. Porque es obvio, tal como se ha encargado de ir subrayando el propio Aznar, que su ideario político, más duro, no coincide plenamente con el de Rajoy, que ahora podrá centrar con más comodidad su discurso. El primero considera tibio al segundo, y piensa incluso que ha traicionad­o aspectos capitales de su legado político, cuyo cuidado le confió al elegirle sucesor. Eso, por una parte. Por otra, Aznar inicia su nueva andadura apoyado en dos sólidas y económicam­ente bien dotadas entidades: la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), el think tank de inspiració­n aznariana que recienteme­nte se ha independiz­ado del PP, y el Instituto Atlántico de Gobierno. Ambas institucio­nes, sumadas a las buenas relaciones que Aznar mantiene con el Partido Republican­o norteameri­cano y con otros estamentos internacio­nales, le ofrecen una buena plataforma de actuación. Y es más que probable que, basándose en ellas, siga intentando influir sobre la escena política española. El tiempo dirá en qué medida y con qué resultados.

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