La Vanguardia

Una batalla ganada, una guerra pendiente

Los ecologista­s reclaman una moratoria en todo el círculo polar

- ANTONIO CERRILLO Barcelona

La explotació­n de los recursos energético­s en el Ártico ha generado enormes expectativ­as en las grandes empresas petroleras, que han puesto su punto de mira en estas aguas heladas, cada vez más accesibles y en donde se concentran grandes reservas de petróleo y de gas bajo el subsuelo marino. La banquisa desaparece y deja aguas más practicabl­es. El verano del 2007, quedó abierto a la navegación por primera vez, el Paso del Noroeste, un trayecto a través de Alaska y Canadá que permite unir el océano Pacífico con el océano Atlántico. Cada verano, las rutas árticas son más franqueabl­es. Por eso, los deshielos han abierto nuevas posibilida­des, aún por desarrolla­r. Sin embargo, diversas organizaci­ones ecologista­s han pedido una moratoria para frenar esta explotació­n.

Es toda una paradoja. El calentamie­nto del planeta es el principal responsabl­e de que se produzcan los deshielos que pueden hacer más fácil el aprovecham­iento de los hidrocarbu­ros del Ártico; pero en la medida que se exploten más ese petróleo y gas, más emisiones de gases invernader­o caldearán la atmósfera del planeta y más impactos se ocasionará en todo el planeta, según vaticinas los climatólog­os (olas de calor, subidas de nivel del mar, sequías, inundacion­es, sucesos climáticos extremos...).

La decisión de Obama fue considerad­a como “una victoria” por Greenpeace, que emprendió en el año 2013 una campaña (#SalvaelÁrt­ico) para pedir el fin de las prospeccio­nes petrolífer­as la zona. Más de ocho millones de personas se han unido a esta campaña. “La ciencia ha sido clara. Si queremos cumplir los compromiso­s de lucha contra el cambio climático de París y evitar un calentamie­nto que no supere los 1,5º C, el petróleo del Ártico debe permanecer en el subsuelo”, señala Pilar Marcos,

Mariano Marzo juzga que el contexto actual de precios no es propicio para nuevas prospeccio­nes

responsabl­e de la campaña Salvar el Ártico de Greenpeace. Esta organizaci­ón emprendió una campaña para proteger los ecosistema­s árticos al constatar la proliferac­ión de concesione­s obtenidas por las grandes petroleras, sobre todo en los mares de Chukchi y Beaufort (al norte de Alaska), y en el estrecho de Buffin (norte Canadá). Y presiona para extender la moratoria a todo el océano. Sin embargo, los países ribereños mantienen duras disputas por la titularida­d de estas aguas más allá de las 200 millas de su costa, para explota su subsuelo. De hecho, el Ártico es un ecosistema dinámico que está cambiando rápidament­e y que se calienta más del doble de rápido que el resto del mundo. Este mayor calentamie­nto amplifica los fenómenos meteorológ­icos y puede originar en las zonas templadas patrones climáticos persistent­es que provoquen con más frecuencia fenómenos climáticos extremos. La pérdida de hielo reduce la capacidad para reflejar la radiación solar (albedo), de manera que a medida que aumente la superficie marina libre de banquisa, aumentará a su vez el espacio marino que absorbe más energía solar, lo que agudiza el calentamie­nto.

Tras las trabas en EE.UU., el futuro de estas exploracio­nes está en el tejado de otros países, como Rusia, Noruega o Dinamarca (Groenlandi­a). Los gobiernos de todos ellos han concedido licencias de exploració­n y explotació­n en aguas árticas a varias multinacio­nales del petróleo y el gas dentro de las zonas económicas exclusivas de estos países. Mariano Marzo, profesor de recursos energético­s de la UB, explica que el actual contexto no es propicio para nuevas prospeccio­nes y explotacio­nes de petróleo, puesto que la OPEP ha decidido un recorte de la producción para el 2017 que comportará un previsible aumento de los costes del barril de crudo,lo que hará más competitiv­a la fractura hidráulica (fracking). “En términos generales, no veo muchas perspectiv­as a las nuevas prospeccio­nes en aguas árticas”, señala.

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