Una batalla ganada, una guerra pendiente
Los ecologistas reclaman una moratoria en todo el círculo polar
La explotación de los recursos energéticos en el Ártico ha generado enormes expectativas en las grandes empresas petroleras, que han puesto su punto de mira en estas aguas heladas, cada vez más accesibles y en donde se concentran grandes reservas de petróleo y de gas bajo el subsuelo marino. La banquisa desaparece y deja aguas más practicables. El verano del 2007, quedó abierto a la navegación por primera vez, el Paso del Noroeste, un trayecto a través de Alaska y Canadá que permite unir el océano Pacífico con el océano Atlántico. Cada verano, las rutas árticas son más franqueables. Por eso, los deshielos han abierto nuevas posibilidades, aún por desarrollar. Sin embargo, diversas organizaciones ecologistas han pedido una moratoria para frenar esta explotación.
Es toda una paradoja. El calentamiento del planeta es el principal responsable de que se produzcan los deshielos que pueden hacer más fácil el aprovechamiento de los hidrocarburos del Ártico; pero en la medida que se exploten más ese petróleo y gas, más emisiones de gases invernadero caldearán la atmósfera del planeta y más impactos se ocasionará en todo el planeta, según vaticinas los climatólogos (olas de calor, subidas de nivel del mar, sequías, inundaciones, sucesos climáticos extremos...).
La decisión de Obama fue considerada como “una victoria” por Greenpeace, que emprendió en el año 2013 una campaña (#SalvaelÁrtico) para pedir el fin de las prospecciones petrolíferas la zona. Más de ocho millones de personas se han unido a esta campaña. “La ciencia ha sido clara. Si queremos cumplir los compromisos de lucha contra el cambio climático de París y evitar un calentamiento que no supere los 1,5º C, el petróleo del Ártico debe permanecer en el subsuelo”, señala Pilar Marcos,
Mariano Marzo juzga que el contexto actual de precios no es propicio para nuevas prospecciones
responsable de la campaña Salvar el Ártico de Greenpeace. Esta organización emprendió una campaña para proteger los ecosistemas árticos al constatar la proliferación de concesiones obtenidas por las grandes petroleras, sobre todo en los mares de Chukchi y Beaufort (al norte de Alaska), y en el estrecho de Buffin (norte Canadá). Y presiona para extender la moratoria a todo el océano. Sin embargo, los países ribereños mantienen duras disputas por la titularidad de estas aguas más allá de las 200 millas de su costa, para explota su subsuelo. De hecho, el Ártico es un ecosistema dinámico que está cambiando rápidamente y que se calienta más del doble de rápido que el resto del mundo. Este mayor calentamiento amplifica los fenómenos meteorológicos y puede originar en las zonas templadas patrones climáticos persistentes que provoquen con más frecuencia fenómenos climáticos extremos. La pérdida de hielo reduce la capacidad para reflejar la radiación solar (albedo), de manera que a medida que aumente la superficie marina libre de banquisa, aumentará a su vez el espacio marino que absorbe más energía solar, lo que agudiza el calentamiento.
Tras las trabas en EE.UU., el futuro de estas exploraciones está en el tejado de otros países, como Rusia, Noruega o Dinamarca (Groenlandia). Los gobiernos de todos ellos han concedido licencias de exploración y explotación en aguas árticas a varias multinacionales del petróleo y el gas dentro de las zonas económicas exclusivas de estos países. Mariano Marzo, profesor de recursos energéticos de la UB, explica que el actual contexto no es propicio para nuevas prospecciones y explotaciones de petróleo, puesto que la OPEP ha decidido un recorte de la producción para el 2017 que comportará un previsible aumento de los costes del barril de crudo,lo que hará más competitiva la fractura hidráulica (fracking). “En términos generales, no veo muchas perspectivas a las nuevas prospecciones en aguas árticas”, señala.