Un señor de Londres
Eduardo Mendoza prepara el discurso del premio Cervantes releyendo ‘El Quijote’ y los textos de los ganadores anteriores
Eduardo Mendoza llega apresurado. Viene de comer con amigos del colegio; se conocen desde los 6 y los 13 años y se ven regularmente, pero ha debido irse sin postre porque le espera la prensa de su ciudad. Cuando el 30 de noviembre pasado se supo que era el ganador del premio Cervantes Mendoza estaba en Londres, donde ahora reside la mayor parte del tiempo, de manera que no había estado disponible.
En la cafetería del Museu Marítim, conversa con cuatro periodistas, y anuncia que piensa “seguir escribiendo”. Ni la ristra de premios a su espalda, ni la edad, ni la decepción de algunos críticos con alguna de sus últimas novelas va a desanimar al autor de títulos memorables como La verdad sobre el caso Savolta, La ciudad de los prodigios o Sin noticias de Gurb. Aunque “una cosa es escribir, y otra hacer un libro”. No tiene entre manos, aclara al final , ningún proyecto encarrilado. Pero escribir es, desde niño, su “manera de estar en el mundo”.
“Sé que ocupo un lugar en mi época, pero yo mismo no creo que esté en un púlpito. Nos comunicamos con muchos sistemas, sea la novela, el BOE o las encíclicas papales. Y por supuesto la ficción tiene un papel en este sistema, y es el que a mí me ocupa”, reflexiona.
Siempre malévolos, los periodistas le incitan a que diga que prefiere Londres a causa del proceso, pero no entra en riña de gatos: “Aquí hay mucho ruido, tengo una vida social muy intensa, sin aislamiento posible. Uno se gana el derecho a estar tranquilo, y hasta el deber de estarlo”.
“No estoy fuera –añade– porque no me guste estar aquí. Hace muchos años que soy un poco nómada. Me gusta mucho ser extranjero”.
Vive en Chelsea, “un barrio pijo”, con más extranjeros que británicos, y se dedica a leer desordenadamente, ver series y cine y preparar el discurso de recepción del premio Cervantes, el próximo 23 de abril. Está leyendo los discursos anteriores y la primera parte de El Quijote (“ahora que dicen que la buena es la segunda”) para citarlo en su texto. Se declara anonadado por haber quedado para la posteridad en una lista en la que figuran Octavio Paz, Dámaso Alonso o Jorge Luis Borges (ese a quien el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, llamó ayer en Nueva York “José Luis”).
Para Mendoza, el Cervantes “no es como el premio Nobel”, porque el galardón español “donde pone el ojo pone la bala, al menos hasta ahora. Quizás yo sea el inicio del descarrilamiento”, dice con la mejor sorna de sus libros.
No se refiere al reciente Nobel a Bob Dylan, sino “porque la mitad no sabes quiénes son”. ¿Y Dylan? ¿Lo merece? Mendoza se declara fan del músico, pero “nunca se me ha ocurrido valorarlo como escritor... es cierto que hay muchos cantantes, algunos italianos o franceses, que son buenos poetas...”. “Ahora –prosigue– estamos en un momento de mezclarlo todo. Yo dije que la novela se había acabado y creo que el tiempo en cierta manera me ha dado la razón, al menos en el sentido en que yo me refería a ello. Estamos en un momento de replanteamiento de los esquemas clásicos que está muy bien... El más tonto hoy sabe más cosas que el más listo de hace 100 años”. Pero remata: “No soy un cascarrabias que añore tiempos pasados”.
“No estoy fuera porque no me guste estar aquí, me gusta mucho ser extranjero”