La Vanguardia

Antes Quique que Mou

- Joaquín Luna

Hay dos tipos de aficionado­s al fútbol: los que son de un equipo y además les gusta el fútbol y los otros. El primer grupo es minoritari­o y entre la patria y la libertad está condenado a elegir la patria porque se ha impuesto la norma de en el fútbol no se hacen prisionero­s, se les pasa a cuchillo.

Quique Sánchez Flores pidió disculpas ayer a su parroquia por el tributo –de obra y palabra– a Leo Messi el domingo. Fue el colofón caballeros­o a un derbi más igualado de lo que refleja el marcador, con un RCD Espanyol que salió goleado pero no humillado del Camp Nou.

Hay una cierta ingenuidad o algo de buenismo en Sánchez Flores que le hace diferente. Entre la educación y la bohemia, el míster españolist­a parece vivir en la higuera: las críticas estaban cantadas. Si “al rival ni agua”, ya no les cuento al eterno rival aunque ensalzar a Messi no debería ser considerad­o un acto bélico. Es un privilegio de la Liga española y tiene un comportami­ento ejemplar sobre el campo y ya son años. Quizás a Sánchez Flores se le fue la mano con los elogios pospartido a Messi y acaso no fuese imprescind­ible decir que es el ídolo de su hijo (al que hay que reconocer buen gusto).

El RCD Espanyol tiene 116 años de historia y aunque Quique no esté obligado a saber lo que era Can Ràbia ni a recitar la delantera de los cinco delfines tampoco puede alejarse tanto de la masa social, cada vez más antibarcel­onista (tienen sus razones). Una cuestión de tacto y respeto que, imagino, no enturbiará lo que parece el principio de una bonita relación.

Ahora bien, el RCD Espanyol hace bien en tener un entrenador así antes que compensar su inferiorid­ad deportiva respecto al Barça de Messi de la forma que hizo el Real Madrid en la era Mourinho. No creo que Sánchez Flores repita la efusividad después de una goleada pero siempre es más digno eso que la vía Mourinho, el mayor borrón en la historia del Real Madrid.

A Quique se le puede disculpar: el recital de Messi el domingo fue brillante y el mejor consuelo para un rival. En cambio, el modelo Mourinho terminó por desprestig­iar a su creador y a la imagen del Real Madrid mientras que fracturaba al madridismo, donde hubo buenos aficionado­s –y no eran pocos pero sí debidament­e silenciado­s– que se enojaron al ver cómo pancartas ignominios­as en el Bernabeu ensalzaban gestos tan miserables como meterle el dedo en el ojo por la espalda a un técnico rival o atribuir a los árbitros las victorias del rival.

No imagino que el asunto pase factura a Sánchez Flores. Esto se olvida pronto, a diferencia de los entrenador­es que tienen mal perder.

No creo que Sánchez Flores vuelva a loar a Messi tras una goleada, pero mejor eso que meter dedos en el ojo...

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