La Vanguardia

“La clave para activar nuestra memoria es la sorpresa”

Tengo 33 años. Nací y vivo en Buenos Aires. Tengo un bebé de 11 meses. Tengo un doctorado en el Laboratori­o de Memoria de la facultad de Medicina de la UBA (Buenos Aires). La ciencia debe ser útil a la sociedad, esa es mi política. No tengo creencias, po

- IMA SANCHÍS

P

or qué me engaña mi cerebro? Nuestra cultura nos dice que yo soy yo porque me recuerdo, me reconozco y reconozco mi historia y mi entorno... Pero ¿y si le digo que todos esos recuerdos que me constituye­n a mí y a toda la sociedad son inventados y falsos y manipulado­s?

¿No exagera?

No. Seguro que tiene en su cabeza historias de su niñez, pero... ¿en realidad se acuerda de lo que ocurrió o de lo que le contaron que ocurrió?

Ya no lo recuerdo...

La forma en la que nuestro cerebro guarda informació­n tiende a mezclarla y confundirl­a. Si usted rememora con otra persona algo que vivieron juntos, probableme­nte lo recordarán distinto.

Habrá matices, sí.

Lo interesant­e es que esos matices que la otra persona le ha explicado cambiarán su recuerdo: al cabo de unos días usted confundirá su recuerdo con el que la otra persona le generó.

Entonces, la memoria es manipulabl­e.

En EE.UU. y ahora en Argentina hay un gran debate en torno a los testigos presencial­es.

¿Gracias a la ciencia?

Sí, porque hoy sabemos que al cerebro no le

gustan importarle­las dudasla verdad.y nos Hay cierra muchísimos­las historias casos sin de personas a las de que testigosse condenóy que luego a muerte resultaron­por declaracio­nes ser inocentes.

Entonces, el psicoanáli­sis…

Tiene temas por resolver. Los psicoanali­stas reinterpre­tan nuestras historias y así modifican nuestros recuerdos.

¿Y yo misma puedo modificar mis recuerdos?

Sí, de hecho esa oportunida­d existe cada vez que recuerda algo; si es usted más benevolent­e con aquello que pasó y ve el lado bueno, el recuerdo dejará de mortificar­le.

¿El bienestar de las personas está en la buena interpreta­ción de su memoria?

Sin duda, pero lo que nosotros estamos investigan­do es cómo mejorar memorias, y el lugar idóneo para eso es la escuela.

¿Y cómo se hace?

Es muy sencillo: la clave es la sorpresa. Los humanos somos una máquina de predecir. Aunque no nos demos cuenta, nuestro cerebro hace un repaso de todo lo que puede suceder ante cualquier situación.

¿Todo el rato?

Sí. Cuando, por ejemplo, estamos conduciend­o,

nuestro cerebro está evaluando todas las posibilida­des predecible­s: que el semáforo se ponga en rojo, que el motorista gire...

¿Y lo hace sin que seamos consciente­s?

Lo hace con independen­cia de que lo seamos o no. Pero cuando algo rompe la rutina, aunque sea algo muy pequeño, nuestro cerebro enciende una alarma.

¿De qué tipo?

“Esta nueva posibilida­d la tengo que recordar”, se dice. Y no sólo recuerda ese evento que le llamó la atención, sino que hace una cosa fantástica: guarda todo lo que ocurrió una hora antes y una hora después con mucha fuerza.

Todo el mundo recuerda qué hizo el 11-S.

Así es, pero si mis días son todos iguales, probableme­nte no recuerde nada.

Olvidamos la rutina.

Sí, y es necesario, pero las novedades las guardamos, por eso la clave para poder interferir en la memoria es sorprender.

Lleva usted diez años investigan­do cómo mejorar la memoria de los estudiante­s.

Con estudiante­s desde la primaria hasta la universida­d, es una investigac­ión dentro de las escuelas. El resultado es que la sorpresa mejora el aprendizaj­e entre un 60% y un 200%.

Ha creado usted una oenegé.

Educando al Cerebro trata de unir el conocimien­to científico y la educación. Damos charlas gratuitas a educadores, en Buenos Aires hemos llegado a tener en una clase de ocho horas a 3.000 profesores interesado­s en aprender cómo causar sorpresas y eso es muy gratifican­te.

¿Y cómo se hace?

Con estrategia­s muy simples, como sacar a los chicos del aula y darles una clase de ciencia debajo de un árbol o utilizar el humor. Esa variación de la rutina hace que la materia se grabe en el cerebro. Recuerdo que al finalizar una charla se me acercó una maestra ya veterana y me dijo: “Es la primera vez que pienso que mis alumnos tienen cerebro”.

¡…!

En ninguna instancia de la formación de los docentes se tiene en cuenta que los niños tienen cerebro y que este funciona de una determinad­a manera, ni cómo se guarda la informació­n.

...Necesita agua para funcionar.

Cierto, pocas escuelas saben que las neuronas y sus redes necesitan hidratarse, o los ciclos de sueño: los cerebros adolescent­es están dormidos a primera hora de la mañana, así que mejor no dar entonces las materias importante­s.

La ciencia puede orientarno­s.

Hemos evaluado este año cómo reacciona la memoria a esas pequeñas sorpresas con 8.000 estudiante­s, y funciona.

Se puede conseguir que los otros tengan un buen recuerdo tuyo.

Basta con provocar experienci­as sorpresiva­s, romperles la rutina. Te quedarás con el profesor que se subió a la mesa y se tiró al suelo para explicar la teoría de la relativida­d (y con la teoría); y con los amigos que se salieron del molde.

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XAVIER GÓMEZ

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