La Navidad vuelve tras el terror.
Amri, fichado como islamista peligroso y con asilo denegado, logró quedarse
El mercado navideño de Breitscheidplatz de Berlín, que el pasado lunes sufrió el atentado en el que murieron 12 personas, reabrió ayer, mientras la búsqueda del terrorista sigue.
Hay huellas dactilares del tunecino buscado por la policía en el camión que arrasó el mercado navideño
El mercado navideño de Breitscheidplatz, que el lunes por la noche sufrió el ataque terrorista en el que murieron doce personas, reabrió ayer, mientras proseguía en Alemania y Europa la búsqueda del tunecino Anis Amri, sospechoso de secuestrar el camión con voluntad asesina. Al cierre de esta edición, la policía seguía rastreando los lugares de la vida de este peticionario de asilo de 24 años con la solicitud denegada, destinado por tanto a una expulsión que no llegó a materializarse debido a trámites pendientes de su país de origen.
Cada nuevo detalle que trasciende sobre la trayectoria de Anis Amri hace que la situación resulte más incómoda para las autoridades alemanas, al plantear serias dudas sobre la organización de la seguridad en este país, y también sobre la coordinación entre instancias policiales y judiciales a nivel europeo.
Amri era un islamista radical que, pese a haber sido vigilado por la policía germana, se movió tranquilamente de un land a otro, frecuentando amistades salafistas sin que la alarma llevara nunca a detenerle o controlarle mejor. Según varios medios alemanes, figuraba, al menos desde marzo, en una lista de 550 individuos considerados peligrosos, e incluso constaba su intención de planear algún tipo de ataque. Según el diario Bild, en septiembre se dejó de vigilarle.
Una cadena de fallos o lagunas policiales, impedimentos jurídicos, sobrecargas burocráticas y ausencia de comunicación entre instancias regionales y europeas contribuyeron a que Anis Amri, llegado a Alemania en julio del 2015 tras pasar casi cuatro años en la cárcel en Italia, lograra campar por hasta tres länder (Baden-Württemberg, Renania del Norte-Westfalia y Berlín) sin llegar a ser deportado. Ayer, la revista Der Spiegel informaba de que Amri se había ofrecido como terrorista suicida a un grupo salafista que la policía vigilaba hacía meses, pero que codificó sus mensajes de tal modo que carecían de base legal suficiente para justificar su arresto. Amri había tenido contacto con Abu Walaa, predicador salafista de Baja Sajonia, sospechoso de reclutar yihadistas para el Estado Islámico (EI) y muy activo en internet. Walaa fue detenido en noviembre.
¿Cómo explicar a la opinión pública germana, sacudida por el atentado, que Anis Amri, con la solicitud de asilo denegada desde el pasado junio, seguía en diciembre en el país? Jurídicamente, como explicó el responsable de Interior de Renania del Norte-Westfalia, Ralf Jäger, se debió a que Túnez se resistía a admitir que era un ciudadano tunecino, requisito necesario para poder deportar a alguien. Similar argumento contra Túnez han vertido las autoridades italianas, que también quisieron expulsarle.
Las pruebas contra Anis Amri que van trascendiendo parecen concluyentes. Tras revelaciones del
Süddeutsche Zeitung y las cadenas NDR y WDR, el ministro del Interior, Thomas de Maizière, confirmó ayer que había huellas dactilares suyas en la cabina del camión.
“Durante mucho tiempo hemos sabido en teoría que nosotros también somos objetivo del terrorismo islamista; por supuesto, es muy distinto cuando realmente ocurre”, dijo a los periodistas la canciller, Angela Merkel, tras una visita ayer al departamento de investigación criminal de la policía de Berlín. La canciller, muy criticada estos días en algunos ámbitos por su política de apertura a los refugiados, razonó así: “Tenemos de nuestra parte los
CAMBIOS EN EL AMBIENTE Hay policías armados, rincones de homenaje con flores y velas, y faltan algunas casetas CONVERSACIÓN ENTRE CLIENTES “Merkel hizo bien al aceptar refugiados”; y otro replica: “Veremos dentro de diez años”
Sin música festiva, parapetado entre bloques de hormigón, y entre policías armados y con chaleco antibalas, reabrió ayer el mercado navideño de Breitscheidplatz, que estaba cerrado desde que el lunes por la noche se le echó encima un camión secuestrado para matar. Las casetas de Glühwein, un vino caliente especiado muy popular en esta época fría; los puestos de cerveza y bocadillos de salchichas, y de golosinas de almendra y jengibre, o de creps, y los tenderetes de decoración navideña y regalos volvían a estar ahí, con los postigos abiertos, atendiendo a clientes que conversaban más quedamente de lo habitual. O al menos eso le pareció a esta cronista, comparando el ambiente de ayer tarde, cuando ya estaba oscuro, con el de sus propias visitas a este mercadillo antes de la tragedia.
Hay luces navideñas pero estáticas –por respeto a las víctimas, se ha decidido no usar luces intermitentes–, y los varios recodos donde en estos días de dolor los berlineses han ido depositando flores y notas destacan iluminados por la luz de las velas. Un cartel con la palabra Warum? (¿por qué?) preside uno de esos abarrotados rincones de homenaje.
“He traído a mis hijos a poner flores para mostrar respeto por los fallecidos, pero también para enseñarles que la vida continúa, que tenemos que proseguir, porque si no, los que atacan ganan”, explica el arquitecto Ronald Wulle, tras depositar con ellos unas rosas rojas. Viven en el cercano barrio de Wilmersdorf, y los hijos gemelos de 12 años, ella y él, cuentan que en el instituto “se ha hablado con los profesores de lo terrible que ha sido este ataque, y de que en Berlín tenemos que mantenernos unidos”. Hecha la ofrenda floral, la familia ha preferido marcharse a casa.
El mercado abrió de nuevo sus puertas por la mañana, a las 11.30 horas, después de una ceremonia religiosa en la moderna iglesia Memorial del Káiser Guillermo, celebrada ante doce velas blancas encendidas, una por cada uno de los fallecidos. “Todavía estamos aturdidos y profundamente conmocionados; nuestros pensamientos están con los heridos y los muertos, y con sus familias –afirmó en un comunicado el presidente de la Asociación de Mercados Feriales de Berlín, Michael Roden–. Fue difícil tomar la decisión de reabrir, pero queremos que el lugar sea un espacio de recogimiento y solidaridad”.
Al día siguiente del ataque, todos los mercados navideños de Berlín –hay más de 60– cerraron en señal de duelo por las víctimas, pero el miércoles abrieron de nuevo. “No podemos ni debemos permitir que nos quiten nuestro modo libre de vivir”, había dicho al respecto el ministro del Interior, Thomas de Maizière. Con todo, el mercado objeto del ataque necesitó un día más antes de decidirse a volver a la actividad.
“¿Qué quiere que le diga? Ha sido muy triste, terrible, pero hay que seguir adelante”, zanja el encargado de la pastelería Eckert, que cada año viene desde Dresde a vender Christstollen, el famoso dulce navideño de pasas de la ciudad. Los comerciantes no tienen ganas de hablar, y es comprensible; periodistas de todo el mundo llevan todo el día preguntándoles cómo se sienten. La asociación que preside Roden informó de que entre los fallecidos no hay ningún vendedor. Una parte del sector arrasado por el camión ha sido aislada con una valla, y detrás asoman casetas estropeadas, en espera de poder abrir también.
Anoche, junto a uno de los accesos atiborrado de cirios y flores, y ante dos policías con fusil, una conversación espontánea entre desconocidos, todos ellos alemanes, desvelaba hasta qué punto la implicación en este ataque de un extranjero que pidió asilo –el tunecino fugitivo Anis Amri– ha dejado huella en la sociedad alemana. “No se puede culpar a todos los refugiados, hay que ayudarles”, decía una señora. “Sí, pero ayudarles en su país, que no vengan”, replicaba otra. “Yo no voto a Merkel, pero hizo bien al aceptar a los que escapan de la guerra”, insistía la primera. “Ya veremos qué opina dentro de diez años”, soltó un hombre, alejándose.