Manos limpias y uñas cortas

Un refrán castellano reza así: “Manos limpias y uñas cortas no amasaron malas tortas”. La frase es una invitación plástica a la higiene corporal y a los buenos hábitos. Nadie con un mínimo de educación entraría jamás en un restaurante donde el cocinero estuviera elaborando la masa de pizza o pasteles con manos de carbonero. Y sería de esperar que alguien así no dispusiera nunca del carnet de manipulador de alimentos. Pero lo de las manos en perfecto estado de revista y los dedos con las uñas impecablemente recortadas ha preocupado siempre en este país. Julio Camba, en La casa de Lúculo, se horrorizaba viendo que en algunos restaurantes de Madrid los camareros llevaban las fuentes sin bandeja, “sumergiendo en la salsa el dedo gordo como una tajada más”.

Seguramente porque en España lo de las manos limpias ha sido obsesión, pero también porque Mani Pulite era el nombre de un proceso legal que en Italia inició el fiscal Antonio Di Pietro para regenerar la corrupta Administración italiana, un espabilado llamado Miguel Bernad creó un sindicato con este nombre, hace veinte años. Lo que empezó siendo un movimiento ultraderechista acabó convirtiéndose en una organización fundamentalmente delictiva. Bernad se presentó ante la opinión pública como un superhéroe dispuesto a luchar contra cualquier abuso, pero se acabó revelando como el jefe de una banda de malhechores. Él y su cómplice Luis Pineda, que presidía Ausbanc, acabaron entre rejas.

El juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz puso ayer en libertad al presidente del sindicato Manos Limpias, tras ocho meses en la cárcel, al pagar una fianza de 50.000 euros. Sin embargo, le retiró el pasaporte y deberá presentarse en el juzgado cada semana. Bernad vuelve a casa por Navidad porque no hay riesgo de fuga. Es el momento de leer las

Sentencias de Publilio Siro, donde se advierte: “Dios mira las manos limpias, no las llenas”.