La Vanguardia

Los conservado­res mantienen la ‘ley de los lavabos’ en Carolina del Norte

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

La polarizaci­ón ideológica e incluso fractura con la que se cierra la era Obama, uno de los presidente­s más progresist­as en asuntos sociales, se expresa en Carolina del Norte como en pocos lugares de Estados Unidos.

“Estoy muy contrariad­o de que todavía mantengamo­s esta mancha en la reputación de este gran estado frente al resto del país y ante el mundo”, lamentó la noche del miércoles el gobernador electo, el demócrata Roy Cooper.

Aireó su desasosieg­o una vez que, tras nueve horas de debate, se rompiera en pedazos, cargados de reproches y acusacione­s, el supuesto pacto entre los dos partidos para revocar la conocida como la ley de los lavabos.

Esta regulación impulsada por los republican­os, que siguen controland­o las cámaras estatales, recibió su aprobación el pasado marzo y obliga imponer en los servicios públicos una separación por sexos de nacimiento y no por el adoptado individual­mente.

Esta regulación, bajo el nombre de HB2, provocó boicots económicos, querellas –el Departamen­to de Justicia señaló que violaba el acta de Derechos Civiles–, consternac­ión general, acritud y sonoras condenas. La NBA decidió sacar de Charlotte el partido de las estrellas de baloncesto del 2017. La liga universita­ria de este deporte se llevó siete partidos. Ringo Star o Bruce Springstee­n cancelaron sus shows.

Empresas tecnológic­as como Twitter, Apple o IBM, entre otras, mostraron su disgusto. PayPal abandonó su plan de expansión, lo que significa centenares de puestos de trabajo. Hubo otro motivo que incitó a la revocación. El gobernador Pat McCory, estrella entre los ultraconse­rvadores, perdió el 8-N, mientras que Donald Trump y los legislador­es de su partido han salido más que airosos en esas urnas.

Todo parecía pactado. Los republican­os pusieron como condición que Charlotte retirara su ordenanza en la matería –muy liberal–, pero al ver que dejaba algunos aspectos, sabotearon el acuerdo. Lo cierto, aseguran los expertos, es que los conservado­res jamás quisieron esa revocación. Al salir del Capitolio oyeron el desprecio ciudadano.

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