Japón quiere aumentar su gasto en defensa por quinto año consecutivo
Japón quiere incrementar su gasto en defensa por quinto año consecutivo. El Ejecutivo nipón ha aprobado un primer borrador de petición que deberá aprobar el parlamento del país. La intención de Tokio es mejorar las capacidades de las fuerzas armadas niponas para responder a las acciones de Corea del Norte y las eventuales amenazas que pueda suponer la creciente actividad marítima de China. El proyecto de presupuesto fija el futuro gasto en 41.800 millones, lo que supone un incremento del 1,4% con respecto a las cuentas del 2016.
Esta cifra presupuestada del gasto en defensa para el 2017 supone el récord absoluto de gasto militar en la historia japonesa desde el final de la Segunda Guerra Mundial, superando los números del año anterior que ya supusieron en su momento una cota máxima en este terreno.
El Gobierno de Japón está rompiendo barreras en el ámbito de su defensa nacional que, debido al rechazo al militarismo que fijó el país tras el desastre de la Segunda Guerra Mundial, hasta hace unos años hubieran resultado impensables. La creciente actividad militar en el mar de China oriental, más descarada en el caso de Corea del Norte y de carácter más silencioso en el caso de China, ha forzado este cambio, según explican los analistas nipones. Corea del Norte ha realizado en lo que va de año dos pruebas nucleares y ha lanzado más de 20 misiles balísticos, pese a las continuas resoluciones de las Naciones Unidas en las que se reclama el cese de dichas actividades.
El Gobierno japonés planea destinar parte de ese nuevo esfuerzo presupuestario en defensa para la creación de una fuerza anfibia inspirada en los Marines de Estados Unidos y en el despliegue de un interceptor de misiles basado en el mar, desarrollado conjuntamente por Japón y los estadounidenses. Para dicho despliegue se asignarían, según el borrador al que ha accedido la agencia de noticias nipona Kyodo, unos 120 millones de euros.
Se da la circunstancia de que ayer mismo, Estado Unidos devolvió a Japón 4.000 hectáreas de terreno ocupadas hasta ahora por bases militares estadounidenses en la isla de Okinawa, donde el ejército norteamericano reduce su presencia, pero no desaparece. Tales fuerzas están allí desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Precisamente, Tokio quiere destinar parte de ese nuevo presupuesto en defensa a desplegar un fuerte contingente de sus fuerzas de tierra en todo ese archipiélago.