La Vanguardia

Libres, unidos y abiertos

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DE modo extremadam­ente indecoroso, algunos políticos, alemanes o de otros países europeos, se han apresurado a atribuir la responsabi­lidad del atentado cometido el pasado lunes en el mercado navideño berlinés de Breitschei­dplatz a la canciller Angela Merkel. Marcus Pretzell, de la formación xenófoba Alternativ­a para Alemania (AfD), dijo sobre las víctimas del atentado que “eran los muertos de Merkel”. A su vez, el británico Nigel Farage, del también xenófobo UKIP, afirmó que “hechos como este constituir­án el legado de Merkel”.

Es una bajeza achacar a la canciller la responsabi­lidad de estos ataques desalmados. Es cierto que Merkel favoreció la llegada a Alemania de cerca de un millón de refugiados que huían de los horrores de la guerra en Siria o en Irak o en otros países... Pero huelga decir que en ningún caso lo hizo con afanes terrorista­s, sino liberales y solidarios, y que está por demostrar que exista una relación directa entre el fenómeno de los refugiados y el terrorismo. No eran refugiados, sino súbditos ingleses, quienes cometieron los atentados de Londres en julio del 2005. Y lo mismo puede decirse de quienes perpetraro­n otros atentados en Europa. Obviamente, no hay que descartar que alguien que ingresó en un país como refugiado acabe llevando a cabo un atentado, pero criminaliz­ar a un colectivo tan amplio y variopinto supone un despropósi­to y una injusticia.

La política de Merkel en este ámbito no sólo no nos parece censurable, sino que la convierte en una figura de referencia en una Europa azotada por los populismos. El Reino Unido ya votó por el Brexit, azuzada precisamen­te por las huestes del UKIP. Al otro lado del Atlántico, Donald Trump ganó las elecciones de EE.UU. con mensajes insultante­s para varios colectivos étnicos. Holanda tiene como favorito en las elecciones de marzo al islamófobo Geert Wilders. Marine Le Pen promete una dura lucha en las presidenci­ales francesas. Ante este panorama, Merkel se mantiene firme en la defensa de los valores liberales y de las políticas integrador­as. Es probable que tenga que hacer correccion­es de rumbo para mantener el apoyo de sus socios del CSU, que a su vez temen ceder votos al AfD si no logran un endurecimi­ento de las políticas de inmigració­n de la canciller. Pero es indispensa­ble que Merkel consolide su posición como bastión europeo liberal. Y, a tal fin, que cuente con los apoyos necesarios, en su país y en otros europeos, para así hacer posible, paso a paso, lo que ella define como “el tipo de vida que queremos vivir en Alemania: libres, juntos y abiertos”. Un tipo de vida que es también deseable para el resto de Europa.

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