‘Velvet’ se retira a tiempo y consigue una sonada victoria
El final con escenas en directo fue seguido por 4,3 millones
Uno de los principios de cualquier narración es que tenga un planteamiento, un nudo y un desenlace, pero los espectadores ya saben que hay infinidad de series que no pueden tener este último acto por culpa de las audiencias. Los directivos consideran que las cifras no favorecen la producción de más episodios y no existe un cierre argumental en condiciones. Por eso deberíamos echar un vistazo al resultado de Velvet del pasado miércoles: 4.302.000 espectadores estaban pendientes de la boda de Ana y Alberto, que servía para despedir las galerías, lo que se tradujo en un increíble 26,2% de share. ¿El secreto de la maniobra? Que en los despachos de Atresmedia habían considerado que una retirada a tiempo de la serie era una victoria, y salieron victoriosos.
Las alarmas habían sonado en septiembre de 2015 cuando movieron
Velvet a la noche del jueves para competir contra el formato estrella de la competencia, Gran Hermano, y aprovechando que las dos primeras temporadas de las galerías habían superado los cuatro millones de media. Eran infalibles, creían, pero sufrieron una hemorragia al perder un millón de espectadores y bajar en dos ocasiones de los tres millones. Esa década de los sesenta ahistórica seguía siendo un activo primordial de su programación, pero mostraba signos de cansancio y Miguel Ángel Silvestre, la mitad de la pareja protagonista, cada vez estaba más pendiente de sus proyectos internacionales (Sense8,
Narcos), lo que obligaba a los guionistas a escribirle una salida temporal.
¿Cuál era la solución? Podían probar suerte y cambiar el hilo conductor de la serie, que siempre había sido el tortuoso amor entre los personajes interpretados por Silvestre y Paula Echevarría, y arriesgarse a perder el favor del público, o tratar su serie estrella con dignidad. El departamento de ficción de Atresmedia dirigido por Sonia Martínez y la productora Bambú acordaron no estirar el chicle y anunciaron que la cuarta temporada sería la última incluso antes del estreno. En lugar de seguir el declive generalizado de todas las series emitidas este año (con la excepción de Cuéntame), las galerías recuperaron el brillo perdido, sumando espectadores cada semana y con la certeza de que los guionistas podrían atar los cabos.
Devolvieron a Velvet el halo de fenómeno con la promesa de un final y del regreso de Silvestre y, para rematar la jugada, el último capítulo dirigido por David Pinillos tuvo diez minutos interpretados y rodados en directo (y con solvencia) con Echevarría, Silvestre, José Sacristán, Cecilia Freire y Asier Etxeandia entre otros. El enlace de Ana y Alberto era como la boda de la tercera infanta y tenía muchos más invitados que la gala final de La voz (3.057.000 y un 22,6%). Y aunque el guion del último capítulo no entrará en los anales de la historia por su solvencia dramática, esta temporada final sí sienta un precedente sobre cómo tratar las ficciones, sin alargarlas de forma innecesaria y tratando al equipo creativo y al público con respeto. No los cancelaron, sino que se despidieron en sus propios términos. Ojalá se convierta en norma.