La Vanguardia

El hombre en la sombra de Marbella

- JUDAH BINSTOCK (1928-2016) Empresario británico ADOLFO S. RUIZ

Sumuerteha­estado,todavía lo está, envuelta en misterio. La familia tardó varios días en reconocer que Judah Binstock, el mayor propietari­o de suelo de Marbella, de 88 años, falleció en su mansión La Magnolia al caerse por unas escaleras. Pese a que contaba con un amplio personal de servicio, en el momento de su accidente se encontraba solo. Tampoco estaban en el inmueble su mujer, Josianne Rinaldo, ni ninguno de sus tres hijos.

La muerte de este empresario judío de origen británico pero que poseía varias nacionalid­ades ha sido tan opaca como lo fue su propia vida. Desembarcó en la Costa del Sol a mediados de los años ochenta tras abandonar el Reino Unido en 1977, perseguido por Scotland Yard, que le buscaba por delitos fiscales y estafa en la gestión de sus negocios de casinos y carreras de caballos. Como otros muchos delincuent­es procedente­s de diversas partes del globo, Binstock pronto se hizo el dueño de la situación en España.

Empezó a hacer amistades en el ayuntamien­to marbellí y en la cúpula de la Junta de Andalucía. Fue tejiendo un amplísimo patrimonio mediante la adquisició­n de suelo, que en ese momento no era urbanizabl­e, en las zonas con más futuro de Marbella. Hoy se calcula que el stock de tierras que ha dejado a sus hijos alcanza de largo el millón de metros cuadrados. Junto a los negocios, Binstock puso en marcha una amplia red de relaciones sociales, hasta el punto de que conseguía reunir en La Magnolia a más de 500 invitados en sus fiestas. Por supuesto, con amplia presencia de los políticos locales y regionales y con una única condición: que él no apareciera jamás en las fotos de la prensa.

Entre sus invitados destacaba con luz propia Juan Antonio Roca, el hombre que movía todos los hilos del urbanismo marbellí con Jesús Gil y, posteriorm­ente, con Julián Muñoz. También diversific­ó sus negocios y a finales de los años 90 levantó el Casino del Aljarafe, en Sevilla.

Todo iba bien para Binstock en su refugio. Ganaba dinero a espuertas y disfrutaba de la dolce

vita costasoleñ­a. Era reverencia­do y muy temido por las autoridade­s locales, que le considerab­an “un tipo muy peligroso”. Así hasta que Julián Muñoz empezó a sacar los pies del tiesto. Todo estalló cuando Muñoz permitió que la Junta paralizase un convenio urbanístic­o sobre un suelo propiedad del empresario británico por incumplimi­ento de normas medioambie­ntales.

El GIL se dividió en dos. Los ediles gilistas que apoyaban la moción de censura presentada por PSOE y PA para desbancar a Muñoz de su puesto, por la que pidieron cobrar 375.000 euros cada uno, fueron aislados durante semanas en hoteles de lujo para evitar presiones. Binstock y Roca, según una de las concejalas implicadas, se encargaron de sufragar sus gastos y del pago a los tránsfugas por su voto.

La moción de censura echó a Muñoz de la alcaldía, pero fue el detonante del estallido de la operación Malaya, momento elegido por Binstock para desaparece­r de la Costa del Sol y trasladars­e a vivir a París durante una temporada. Dos años después regresaba a Marbella y lo hacía a lo grande, con otra gran fiesta en su finca.

A pesar de que su nombre estuvo en boca de varios implicados en el mayor caso de corrupción de la historia de España, jamás fue llamado a declarar aunque eran conocidas sus relaciones con el empresario José Ávila Rojas, condenado en el caso, y con el concejal andalucist­a Carlos Fernández, que mantuvo una relación sentimenta­l con una de sus hijas, y aún hoy está prófugo de la justicia.

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