La Vanguardia

De la indolencia al chasco

El Espanyol cae eliminado en la tanda de penaltis ante un Alcorcón superior

- RAMÓN ÁLVAREZ

Ni fue a la heroica, como hace tres temporadas en el mismo escenario y ante el mismo rival, ni en la lotería de los penaltis en un día de más decepcione­s que alegrías. El Espanyol se despidió ayer de la Copa en su primera eliminator­ia de la forma más cruel, desde los once metros, tras verse antes superado por un Alcorcón superior.

Las cosas ya empezaron mal para los locales cuando Quique Sánchez Flores no se limitó a presentar lo que él mismo había definido como una “alineación de garantías”, cambiando simplement­e las piezas que le faltaban. Decidió experiment­ar con la línea defensiva situando a Diego Reyes en el lateral derecho y repescó a los dos Duarte. Óscar acompañó a David López en el eje de la defensa y Rubén ocupó el lateral izquierdo en lugar de Aarón, por sorpresa en el banquillo. Una nueva defensa inédita que pronto empezó a generar muchas dudas.

Por lo demás, José Antonio Reyes ocupó la banda derecha en el centro del campo pese a que Hernán volvía a la convocator­ia, y Jurado se mantuvo en el once, aunque esta vez en lugar de Diop, en lo que debía ser una apuesta por la creación que pronto se frustró. Roberto, lógicament­e, se mantuvo bajo palos ante la lesión de Diego López. Tras su mala actuación en el feudo del rival ciudadano, anoche fue uno de los pocos que al menos mantuvo el tipo.

Quien se presentó con las ideas más claras en Cornellà fue Julio Velázquez, quien a diferencia de en la ida planteó un once tipo con un único cambio significat­ivo, el del portero. No es que la situación de los pepineros en la clasificac­ión sea ahora para tirar cohetes a diferencia de entonces, aunque lo ajustado de la eliminator­ia le animó a intentar dar la sorpresa. Lo consiguió ya en un primer tiempo en el que el Alcorcón se mostró superior desde el primer minuto ante la confusión defensiva y la indolencia ofensiva de los locales. Hasta el punto de despertar los silbidos de la afición españolist­a ya en los primeros minutos de juego. Como en el Camp Nou, el Espanyol empezó a perder muchos balones en su transición y todas las pelotas divididas empezaron a ser para el rival, aunque anoche el que tenía enfrente era un equipo de Segunda A que aún no ha conseguido ganar fuera de casa.

Sin demasiado esfuerzo, el Alcorcón se encontró con el gol en el minuto 20 en un saque de esquina. Álvaro Giménez, el mismo hombre que ya abrió el marcador en Santo Domingo, cabeceó picado desde el primer palo para sorprender a Roberto y volver a poner en apuros a los blanquiazu­les. El Espanyol cerró ese primer período con la misma desidia y sin un solo disparo a puerta. El equipo se fue al vestuario entre los silbidos, notorios, de la grada.

El segundo tiempo empezó con Hernán y Melendo en el terreno de juego en sustitució­n de Caicedo y José Antonio Reyes. El paraguayo pronto demostró como ariete que tenía algo más que proponer en un partido como ayer, con el Alcorcón bien posicionad­o, que el ecuatorian­o. Y a los diez minutos de ese segundo tiempo tuvo la mejor ocasión para igualar al plantarse ante el portero visitante, pero la desperdici­ó al tratar de asistir a Gerard en lugar de chutar. Pero viendo que aun así no daba con la tecla, Quique hizo algo parecido a lo que había hecho en sala de prensa en la previa del partido: rectificar. Lo hizo para sentar a Rubén Duarte y sacar a Aarón.

Esos reajustes y un poco más de intensidad bastaron al Espanyol para salvar los muebles. Con paciencia y presión ante un rival que acabó replegándo­se para defender un resultado que lo metía en octavos, los locales acabaron por encontrar el gol del empate. Les bastó una oportunida­d, la que tuvo Hernán ya en el 84 a centro de Piatti, para enviar el partido a la prórroga. Un tiempo añadido que acabó sin goles al juntarse el hambre con las ganas de comer, la defensa a toda costa del Alcorcón que no le llevó a ninguna parte y la incapacida­d ofensiva del Espanyol. Y los once metros volvieron a ser crueles con los blanquiazu­les.

PROBATURA INOPORTUNA Sánchez Flores experiment­ó con otra defensa inédita que pronto se debatió entre un mar de dudas

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