La Vanguardia

Las tablas y las tarimas

El exceso de representa­ción de la política actual; y el déficit del conocimien­to del inglés de los alumnos catalanes.

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UN informe encargado por Ensenyamen­t alerta sobre el déficit en el conocimien­to del inglés, que debiera ser del nivel B2 (First Certificat­e, nivel intermedio según Cambridge English Language Assessment), entre los alumnos que terminan la secundaria. De ahí que sólo el 33% de los alumnos que este curso han ingresado en la Universita­t Autònoma de Barcelona (no hay datos de otras universida­des) alcancen ese nivel, mientras que el resto se mueve entre el A1 y el B1, claramente insuficien­te en el manejo de una lengua básica para su desarrollo universita­rio y profesiona­l.

La razón básica de ese déficit está en que los profesores tampoco alcanzan ese nivel porque cuando accedieron al magisterio no se exigía y porque, en la actualidad, quienes pasan a ocupar plazas vacantes son interinos que tampoco fueron exigidos normativam­ente en este sentido. La cuestión de la enseñanza de y en inglés, por tanto, es una pescadilla que se muerde la cola, un problema que debería ser resuelto con urgencia puesto que los planes de formación continua tampoco se han revelado eficientes y el resultado es el citado déficit en lenguas extranjera­s de los alumnos que terminan la enseñanza secundaria.

El problema no afecta sólo a las universida­des catalanas, sino también a la mayoría de las españolas. Un estudio del British Council cuestionab­a hace poco más de un año los mecanismos de acreditaci­ón que se usan, gracias a los datos aportados por 50 universida­des (40 públicas y 10 privadas). Así, 31 de estas institucio­nes incluyen el nivel de inglés B1 como condición a sus graduados y sólo 14 de ellas demandaban el nivel B2. La UE definió en el 2002 el marco común europeo de referencia para las lenguas (MECR) en el que recomendab­a a los sistemas educativos el aprendizaj­e de, al menos, dos lenguas extranjera­s, una a nivel avanzado y otra a nivel básico. Estamos, pues, muy lejos de aquella recomendac­ión. Las soluciones de los expertos van en la dirección de exigir como mínimo el nivel B2 a todos los que optan a Magisterio y del C1 para los profesores de lenguas extranjera­s, así como de la formación didáctica para la enseñanza de idiomas, evaluados mediante un examen oral. Ese puede ser el camino.

Si estamos de acuerdo en que el conocimien­to avanzado del inglés es fundamenta­l para la formación de los jóvenes y su futuro desarrollo profesiona­l, es evidente que el sistema actual no cumple con los requisitos básicos para dotarles de una herramient­a que consideram­os vital, por lo que se está condenando a una buena parte de ellos a limitacion­es de efectos indeseados.

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