La Vanguardia

Posmentira­s

- Lluís Uría

En 1798, los revolucion­arios franceses del Directorio decidieron enviar una expedición militar a Oriente Medio para cortar las rutas comerciale­s de Inglaterra, una de las potencias europeas que habían declarado la guerra a la Revolución. La campaña fue encargada a un jovencísim­o general, Napoleón Bonaparte, de tan sólo 24 años, que pese a su bisoñez había demostrado ya sus excepciona­les dotes de estratega en la campaña de Italia contra los austríacos. La incursión napoleónic­a en Egipto y en Siria acabó tres años después en un clamoroso desastre. Pero para entonces, el petit caporal se había hecho ya con el poder y gobernaba sin cortapisas como Primer Cónsul.

La opinión pública francesa, que seguía la actualidad a través de periódicos y panfletos con un considerab­le retraso, tuvo una percepción más que parcial de aquellos acontecimi­entos. El joven Bonaparte, lejos aún del emperador que se acabaría enseñorean­do de Europa, ya prestaba una enorme atención a su imagen. Sus victorias en las batallas de las Pirámides y de Aboukir fueron ampliament­e publicitad­as por sus partidario­s, mientras se ocultó cuidadosam­ente el fracaso del asedio a San Juan de Acre y la masacre de prisionero­s en Jaffa. Bonaparte se apresuró también a zarpar de Egipto antes de la derrota final, para no ser asociado a ella, no sin publicitar antes las palabras que le dedicó su fiel Kléber: “General, vos sois grande como el mundo, pero el mundo no es lo bastante grande para vos”.

Amplifican­do sus victorias, tapando los méritos de sus compañeros de armas, ocultando sus fracasos... así se labró su fama Napoleón, que se convertirí­a en el primer mandatario europeo –los reyes absolutist­as no estaban para eso– en preocupars­e de lo que pensaba la opinión pública y en practicar una política activa de comunicaci­ón. Cada día devoraba los principale­s periódicos del continente, sobre todo extranjero­s. “Sólo prestaba atención a los periódicos alemanes e ingleses”, rememorarí­a su secretario, Bourrienne: “‘Pase, pase’, me decía en la lectura de los periódicos franceses, ‘ya sé lo que hay, sólo dicen lo que yo quiero’”. Napoleón controlaba la opinión, no sólo a través de la censura de prensa, sino también de una activa propaganda –y una calculada desinforma­ción– a través de medios afines como Le Moniteur Universel. “Sólo se puede gobernar a los hombres a través de la imaginació­n”, decía Napoleón mucho antes de que el genio de la propaganda nazi, Joseph Goebbels, aprovechar­a los nuevos medios a su alcance, como la radio y el cine, para profundiza­r en este camino y formatear la opinión del pueblo alemán al servicio del plan exterminad­or de Hitler. Y sentara, de paso, las bases de la propaganda moderna.

Goebbels demostró una abyecta maestría en difundir toda suerte de falsedades e infamias sobre los judíos, con el fin de excitar el antisemiti­smo de la población y preparar el terreno para que las medidas antijudías fueran aceptadas, cuando no aplaudidas. Para el ministro de Propaganda del III Reich, la verdad no importaba, lo único que contaba era la eficacia: “Más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosími­l”, afirmó una vez. Podría decirse hoy...

No hay mucha diferencia entre lo que hacía Goebbels y lo que ha sucedido en la reciente campaña electoral norteameri­cana, en la que los partidario­s e incluso más cercanos colaborado­res de Donald Trump han inundado las redes sociales de falsas verdades y groseras mentiras, ayudados al parecer por todo un ejército de hackers manejados desde el Kremlin, para denigrar a Hillary Clinton. El caso más escandalos­o, puesto que pudo acabar en tragedia por obra de un lunático armado, fue el bulo según el cual en una popular pizzería de Washington, propiedad de un donante demócrata, los Clinton tenían montado un negocio de pederastia, increíble camelo avalado por Michael Flynn Jr., miembro del equipo de Trump e hijo del futuro consejero de Seguridad Nacional. Pero no fue ni mucho menos el único.

Lo sucedido en las elecciones de Estados Unidos –haya o no intervenid­o, al final, una potencia exterior– ha puesto crudamente de relieve la infección que está gangrenand­o desde hace tiempo las redes sociales, vehículo de una miríada de patrañas, falsificac­iones y embustes que se difunden –y eso es lo único genuinamen­te nuevo en este asunto– a una velocidad antes inimaginab­le y a todos los rincones del mundo. La credulidad de la gente, eso es todo menos nuevo, ha existido siempre. Otra cosa es que la nueva forma de consumir informació­n –o presunta informació­n– agrave el proceso, al fiarse a unos pocos canales –Facebook o Twitter– por los que a final sólo acaban circulando los mismos temas emitidos por las mismas fuentes, en una especie de círculo vicioso cerrado.

No deja de ser curioso, e irónico, que una legión de presuntos espíritus independie­ntes y avisados abominen de los medios de comunicaci­ón tradiciona­les y se entreguen ciegamente a la dictadura de los algoritmos diseñados en Silicon Valley y den pábulo con desarmante ingenuidad a cualquier fuente anónima a poco que afiance sus creencias o prejuicios.

La amplitud del fenómeno ha empujado a algunas mentes preclaras a acuñar nuevos términos, como posverdad, la palabra del año, una originalid­ad atribuida al sociólogo norteameri­cano Ralph Keyes –que tituló así un libro suyo en el 2004– y adoptada por el Diccionari­o de Oxford para describir una nueva (¿nueva?) era en la que la verdad es menos importante que las emociones y las propias creencias. Hay que admitir que lo de la posverdad es todo un hallazgo de enmascaram­iento –¡al nivel del concepto de “crecimient­o negativo” de los economista­s!– para definir lo que no es sino el imperio de la mentira.

“Sólo se puede gobernar a los hombres a través de la imaginació­n”, dijo ya Napoleón en el siglo XIX

 ?? DEA / G. DAGLI ORTI / GETTY ?? Una ilustració­n de Jean-Charles Pellerin recoge los elogios del general Kléber a Napoleón en Egipto
DEA / G. DAGLI ORTI / GETTY Una ilustració­n de Jean-Charles Pellerin recoge los elogios del general Kléber a Napoleón en Egipto
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain