La Vanguardia

Trump responde con las Rockettes al rechazo de los artistas a ir a su fiesta

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Por suerte para él, a Donald Trump le sobra ego. Si viera más allá de su tupé, se plantearía la cuestión almodovari­ana: ¿Qué he hecho yo para merecer esto?

Después de su victoria el 8-N, las calles de muchas ciudades se llenaron con el grito de “No es mi presidente”. El impacto de ese descontent­o ha calado en un territorio inexplorad­o. Los artistas se niegan a participar en la fiesta de toma de posesión e inauguraci­ón, el próximo 20 de enero.

Se trata de un acto que colma de orgullo a los protagonis­tas, que les sitúa en una de las grandes plataforma­s públicas. Barack Obama contó desde Kelly Clarkson a YoYo Ma. En el 2009 cantaron para el presidente Beyoncé o Aretha Franklin. Durante su estancia en la Casa Blanca, él, su familia y amigos han disfrutado con Rihanna, Kendrick Lamar o James Taylor, entre otros muchos. Según el portavoz oficial de Donald Trump, es decir, su cuenta de Twitter, los músicos y cantantes se mueren por participar en su gran día. Son numerosas celebridad­es que están pidiendo tickets para esa jornada. Como siempre, su micromensa­je iba dirigido a la revancha más que a hacer amigos: “Todos quieren venir, pero mira qué hicieron por Hillary, nada. Yo quiero a la gente”.

Desde su equipo se ha filtrado que, a pesar de contactar con una larga lista de intérprete­s, la respuesta habitual es “no, gracias”.

Por ahora se ha confirmado la participac­ión de Jackie Evancho, de 16 años, exconcursa­nte en un programa televisivo en busca de talentos, algo similar a Operación

Triunfo. En la lista también figuran el Coro del Tabernácul­o Mormón –con sede en el Vaticano de esta religión,en Salt Lake (Utah)– y las Rockettes, el cuerpo de bailarinas que danza en el Radio City Hall de Nueva York en Navidades desde 1932 y que recibió el elogio más que exagerado de Boris Epstheny, portavoz del comité inaugural de Trump. Lo expuso como si estas chicas fueran la culminació­n total del arte escénico en Estados Unidos. Lo cierto, sin embargo, es que la primera gran estrella a la que se dirigieron, Elton John, les dio un sonoro portazo. Lo vendieron como una muestra de liberalism­o, un gay en la corte del trumpismo. “Yo no soy republican­o ni en un millón de años”, replicó el músico al declinar la invitación.

Tampoco aceptó Celine Dion, al igual que el tenor italiano Andrea Bocelli. En principio, él se ofreció a cantar, sostienen en el equipo presidenci­al de transición. A la que esto trascendió, sus seguidores (más de 226.000 en Twitter) lo invadieron con comentario­s del tipo: “Te adoro Andrea, pero si cantas para Trump nunca más volveré a escucharte”.

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