El país de las dos mitades
Acaba el año y acaba con todo dividido por la mitad. 2016 ha sido el año de las dos mitades. En Catalunya, media población está por la independencia y la otra media (un pelín más alta) por la continuidad en el Estado español. Más de la mitad de la clase política representada en el Parlament se inclina por el referéndum, aunque sea unilateral, y la otra mitad, mucho más escasa, por no sacar las urnas. En los partidos políticos, ya veis: el PSOE, dividido entre Susana y no se sabe quién; el PP, con el corazón partido entre un Aznar en retirada y un Rajoy decidido a seguir mucho tiempo; y en Podemos se ha cumplido la norma: el plebiscito convocado por Iglesias dejó el partido liderado por él con la mínima y con el liderazgo alternativo de Errejón reforzado. El país de las dos mitades.
Pero hay otra más decisiva que se está formando: la del bipartidismo que se resiste a oficiar su propio entierro y actúa como si quisiera resucitar. Los partidos Popular y Socialista, quizá por aquello de que les une mucho más de lo que los separa, hacen operaciones de salvamento mutuo: pactan las acciones contra la pobreza energética, sacan adelante juntos los presupuestos de la Asturias de Javier Fernández, dejan fuera de sus contactos a los demás, aunque tengan que meter con calzador a Ciudadanos, y tratan de demostrar que la estabilidad y el futuro son cosa de dos, desde la reforma constitucional en la que Rajoy no cree hasta las leyes de la mayoría absoluta. Nunca se han llevado mejor ni se han hecho tanta foto juntos. Es la suma de dos necesidades: la del PP para mantenerse en el poder y la del PSOE para que no se convoquen elecciones que provoquen el sorpasso de Podemos. Los intereses creados.
Lo curioso de la situación es que puede dar lugar a otra especie de bipartidismo distinto en el que el PNV se convierte en clave del arco. En la medida en que los unidos por los pactos son presentados por la eficaz dialéctica de Podemos como “la triple alianza” y personajes como Rajoy hablan de “partidos constitucionalistas”, se está forzando otro tipo de consorcio que alguna vez hemos anotado: el bloque anticonstitucional. Se atiene de momento a la Constitución, pero plantea todo un proceso constituyente. Y ahí están los nacionalismos clásicos, la izquierda a la izquierda del PSOE y el independentismo. Son minoría parlamentaria, pero no está claro que sean minoría social. Y atención: Podemos se puede inclinar –lo anunció el “moderado” Errejón— por apoyar el referéndum unilateral.
Y esa será la batalla del 2017. No es seguro que se consolide el bipartidismo PP-PSOE, porque los socialistas tienen demasiadas crisis que superar y la intención de voto no perdona. Pero es probable que se cumpla la lógica de estos movimientos: si se crea un bloque político, surge el adversario en forma de rival o de contrapeso. Sólo le une la resistencia al poderío de la “política vieja”, pero es suficiente para ahormarse. Ya ofrece sus primeros síntomas y dará como resultado una forma de bipartidismo inédito hasta ahora. Son ocho millones de votos. Y Catalunya, su ingrediente fundamental.