La Vanguardia

Política y puesta en escena

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HACE ya cinco años que Catalunya vive inmersa en el proceso soberanist­a. A menudo se cita la manifestac­ión del Onze de Setembre del 2012, bajo el lema “Catalunya, nou Estat d’Europa”, como el arranque de dicho proceso. En aquella ocasión, y sobre todo en otras posteriore­s, la puesta en escena ha tenido gran relevancia. Hablamos de manifestac­iones con muchos asistentes, pero no los suficiente­s para afirmar que la mayoría de los catalanes apuesta por la independen­cia. El porcentaje de voto no alcanza el 50%. Acaso por ello, por esa insuficien­cia de los apoyos, se ha recurrido a las coalicione­s de gobierno y a la escenifica­ción de unos apoyos mayoritari­os que, al contar votos, no son tales.

Ayer asistimos a un nuevo episodio de escenifica­ción, convocado por el Govern en el Parlament. Fue la constituci­ón del Pacte Nacional pel Referèndum, cuyo primer objetivo es visualizar unidad de acción, como antes lo fue el del Pacte Nacional pel Dret a Decidir. Acudieron el presidente Puigdemont y miembros del Govern, representa­ntes de institucio­nes políticas, del grueso de los partidos y de entidades sociales. Pero, en realidad, los invitados más esperados a este pacto eran los comunes que encabeza Ada Colau, alcaldesa de Barcelona. La insuficien­cia de apoyos al proceso soberanist­a ha convertido a Colau en una deseada compañera de viaje. De ahí el afán por incluirla ayer en la foto que dejaba constancia de esta supuesta unidad.

Dicho esto, sería aventurado considerar esa imagen como una garantía definitiva de futuras sinergias. O como una prueba de que el camino hacia la independen­cia está despejado y será placentero. Respecto a la garantía de futuras sinergias entre los soberanist­as y los comunes, recordarem­os que Ada Colau tiene su propia agenda política, y que los apoyos que pueda prestar al soberanism­o, más allá de la foto de ayer, están por ver. Las prioridade­s de la mencionada agenda no son las de los independen­tistas. Por otra parte, y por más halagüeñas que sean las perspectiv­as para el nuevo partido que organiza, Colau tiene en su feudo municipal una posición débil: ayer le tumbaron los presupuest­os y quedó sujeta a una cuestión de confianza.

Conviene recordar, asimismo, que las exhibicion­es de masas o consenso que prodiga el soberanism­o tampoco garantizan el éxito del proceso. En primer lugar porque, como decíamos, carecen de la mayoría social necesaria. Y, en segundo, porque el Estado no ceja en su batalla legal contra el proceso. Ayer supimos que el Tribunal Constituci­onal (TC) había anulado el acuerdo del Parlament para tramitar leyes de desconexió­n. También, que el 6 de febrero, el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya juzgará a Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau por su actuación ante la consulta del 9-N. Sin olvidar que el acuerdo del Parlament para convocar el referéndum está también suspendido por el TC. Esta suma de obstáculos nos sugiere que una cosa es la potestad del Parlament para discutir sobre lo que estime oportuno, y otra el sentido de tomar decisiones de corto recorrido, que encadenan la política a la esfera de la judicializ­ación y trasladan a la ciudadanía una sensación de desconcier­to e insegurida­d jurídica.

En cualquier caso, no podemos concluir estas apreciacio­nes sin señalar que el Pacte Nacional pel Referèndum, según lo presentó Puigdemont al término de la reunión, rebajó las expectativ­as de la hoja de ruta soberanist­a tal como se había presentado hasta la fecha.

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