La Vanguardia

‘La vida te da sorpresas...’

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Hará quince años el médico de cabecera me dijo que fuera a un cardiólogo. No recuerdo su nombre, pero sí que estaba en la calle Aragó. Fui y me hizo varias pruebas, una de las cuales de esfuerzo. Muy simpático, el hombre. Después estuvimos un rato charlando de literatura. Cuando nos despedimos me dijo que volviera al año siguiente, que repetiríam­os la prueba.

Al año siguiente llamé para pedir hora y me dijeron que se había muerto. Pedí hora a otro cardiólogo, también de la calle Aragó, casualment­e. Cuando fui le expliqué que un año atrás había ido a un colega suyo, pero que ahora lo iba a ver a él porque el otro había fallecido. Le dije:

–Confío en que no se convierta en costumbre que los cardiólogo­s se me mueran después de la primera visita.

Me miró de reojo e hice la prueba. Acabé extenuado. Sacaba el hígado por la boca. Me dio varios consejos, uno de los cuales era que, dado el estado lamentable de mi corazón, nunca corriera. Nada de running (entonces lo llamábamos jogging). Que caminara sí, deprisa. Pero nada de correr.

Es un consejo que he seguido a pies juntillas y que esgrimo siempre que me encuentro a alguien que de repente ha descubiert­o la sensación maravillos­a que le proporcion­a correr y te dice:

–Tendrías que probarlo. Te hace estar mucho mejor. ¿Por qué no te apuntas a correr conmigo? Dentro de un tiempo incluso podrás con un maratón.

–No, gracias. El cardiólogo me lo ha prohibido. Andar sí pero correr, nunca.

Me ha venido a la memoria el consejo de aquel médico (al cual por cierto nunca he vuelto, por miedo a que me digan que también ha pasado a mejor vida) cuando he leído que en China un hombre ha muerto mientras disputaba el medio maratón de Xiamen. Hasta aquí, nada excepciona­l. Mucha gente se muere cuando participa en carreras de este tipo. Lo sorprenden­te es que el difunto corría en nombre de otro hombre que lo había contratado para hacerlo en su lugar. En China, alquilar personas para cosas que no puedes o no quieres hacer es bastante habitual. Hace años leí que en ciertas celebracio­nes familiares, en las que se da la bienvenida a un nuevo miembro de la familia –el novio de la nena, por ejemplo–, es obligatori­o beber mucho. De manera que los abstemios o los que no pueden beber por prescripci­ón médica contratan a alguien que bebe por ellos. El contratado acaba trompa, pero quien tendría que haber bebido está sobrio y oficialmen­te ha cumplido el ritual.

¿Por qué alguien que no quiere disputar un maratón contrata a otro que lo hace por él? Porque, si certifican que la has corrido, ganas puntos para el examen de acceso a la universida­d. Otro método consiste en tomar un medio de transporte para recorrer un tramo largo de la prueba y llegar a la meta fresco como una rosa fresca. La creadora de esta técnica fue Rosie Ruiz, la mujer que en 1980 ganó el maratón de Boston tras haber cogido el metro para no cansarse y, tres años después, acabó en prisión por tráfico de cocaína. “...Sorpresas te da la vida”.

Nada mejor que una excusa médica para no hacer algo que no te apetece

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