La Vanguardia

Mar de invierno

- Remei Margarit R. MARGARIT,

Nací un día de Navidad en Sitges, en una casa frente al mar. La primera imagen que segurament­e tuve al salir al exterior fue la de un mar de invierno. También una luz tamizada por un sol lejano. De eso ya hace un montón de años, pero quizás esta primera imagen quedó en el fondo de mi conciencia porque siempre me ha gustado el mar de invierno. El mar, en verano, es más propicio a los adoradores del sol. Casi siempre me ha costado un esfuerzo una playa de verano, con el calor, la arena que quema los pies y el bullicio del gentío que la ocupa. Cuando una es joven y la moda es tener la piel morena, se hace algún sacrificio para seguir la tendencia, pero cuando más adelante lo que se quiere es ir tranquila por la vida, se tiene más en cuenta las imágenes interiores y lo que realmente una siente, y entonces prevalecen los valores de referencia más primarios por encima de los que están de moda.

Y tal vez sea por eso que prefiero el mar de invierno, el agua acostumbra a tener un tono más gris y el azul del cielo parece translúcid­o, más blanco que azul. También se parecen a los colores del alma, menos brillantes, más modestos, sin grandes alharacas. El poeta Joan Maragall lo dejó escrito: “Els núvols de Nadal no sé què tenen que són manyacs: no posen gens de malícia al cel: pel blau puríssim dolçament s’estenen, a la llum de la posta suaus s’encenen i de nit deixen veure algun estel…”.

En el solsticio de invierno, después del día más corto del año, empieza a alzarse otra vez la luz, poco a poco, el día se alarga y se acorta la noche, quizás los humanos hacemos lo mismo con lo que nos toca vivir, después de los trastornos volvemos a levantarno­s para seguir ese regalo espléndido que es la vida. Ahora, a eso se le llama resilienci­a, una palabra nueva para un hecho muy viejo: volver a ello. Y eso es aplicable a todas las facetas humanas, públicas y privadas: volver a ello una y otra vez, sin aspaviento­s, tan sólo con la tozuda voluntad de estar ahí. Y tal vez también, con todas las faltas que podamos tener, saludar este mar de invierno que evoca los colores del alma.

Feliz Navidad.

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