La Vanguardia

Más que un concierto

- JORGE DE PERSIA

Este homenaje en los 500 años de la muerte de Heinrich Isaac, músico importantí­simo de tiempos del humanismo renacentis­ta, que a partir de su Flandes natal tuvo una presencia singular en Europa central, abre las puertas a la reflexión. Los tiempos, los momentos de la historia que vivimos, como el incierto presente, son propicios a que estas figuras muy poco conocidas nos llamen la atención sobre su importanci­a. En realidad, Heinrich Isaac (Brabant, 1450- Florencia, 1517) es poco conocido en nuestra vida de conciertos. Los 500 años de su muerte van a coincidir con el nacimiento del cuestionam­iento de Roma por Lutero; final y comienzo de un nuevo tiempo, aunque la historia tiene sus cauces de continuida­d y cambio a la vez. Y sobretodo la de Occidente, que a partir del Renacimien­to instala la idea del cambio como motor del conocimien­to y el desarrollo frente a un mundo exterior inmovilist­a. Es el gran momento en que Occidente reúne, en el concepto de armonía, la fe y la razón, y se convierte en fuerza dominante. Pero yendo al concierto, celebro que Savall retome de esta forma contundent­e la atención a esta música potente, inesperada, expresiva y bella, profunda, frente a sus últimos viajes por el Mediterrán­eo, que aportan una expresión hedonista, muy matizada por la improvisac­ión. Porque la estructura de Isaac no va en contra de la libertad, al contrario, es innovadora y a veces desconcert­ante, y conmueve. No es éste espacio para hipótesis, pero las amenazas de involución que rodean a Occidente, incluso desde dentro –en pocos días Trump será presidente–, nos hacen

pensar en estas esencias de Europa, con barbaridad­es en su momento –y hoy–, pero que a la vez estableció un concepto de arte, también ahora en crisis. Esta propuesta de Savall es de una gran belleza, relevante en el trabajo coral –preparado por Lluís Vilamajó– que contó con voces privilegia­das que comprendie­ron a fondo la brillante polifonía de los Motetes, obras magnas en este caso, de proporcion­es inusuales no en cuanto a voces sino en extensión y variedad (Sancti Spiritus, Angeli, Archangeli,o Christus, filius Dei –a 6 voces–). Fuerza, variedad, color en la Capella Reial, con dos voces femeninas singulares (las noruegas Mulders y Dalheim) muy en carácter, y contrateno­res (Bertin y Sagastume) tenores y barítonos, también de aplauso. Y la aportación de las nuevas voces de la Academia, en un conjunto que, bien apoyado por sacabuches y bajón y continuo, y doblados por cornetto, chririmía y flautas dieron gran fortaleza a la armonía y al delicado contrapunt­o, que por momentos fue luminoso. Todo bien puntuado por la sutil percusión y un cuarteto de violas muy en carácter.

Enhorabuen­a, y bon Nadal.

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