La Vanguardia

‘Bon Nadal’

- Ramon Aymerich

El año que acaba nos ha dejado unos cuantos regalos bajo el árbol. Algunos son nuevos. Otros no. son cosas que habíamos olvidado porque pensábamos que ya no servían, pero que explican mejor lo que está pasando. Y, de hecho, si miramos bien, hay más de estos que de los nuevos. Esto no es un elogio del reciclaje sino una constataci­ón de lo importante­s que son la historia y el sentido común para describir el presente. Parte del malentendi­do es de los economista­s (de los políticos que les creen y de los medios que amplificam­os su mensaje). Los economista­s están para que funcione la economía. De eso saben. Pero su horizonte temporal de pensamient­o es corto. Todos los que ahora mandan estaban estudiando en la década de los 80, los años de la gran liberaliza­ción.

Ningún economista en activo (o casi ninguno) podía imaginarse que el país que ha tenido en los últimos treinta años la capital más vibrante del mundo, Londres, acabaría por irse de Europa dejando un gran agujero. No estaba en su horizonte. Porque este horizonte mental es fruto de experienci­as recientes, basadas en cálculos de probabilid­ades que son los mismos que utilizan los mercados financiero­s. También decían que Donald Trump era poco más que un personaje marginal. Pero ya han visto. De hecho, lo que ha pasado este 2016 es que hemos empezado a recoger los efectos de la crisis financiera del 2007-2008. Se ha incubado ante nuestros ojos. Y lo que es extraño es que la reacción haya tardado una década en llegar. También con respecto a las políticas económicas. Estados Unidos, Canadá, Japón y el Reino Unido vuelven al activismo fiscal. El mismo que la izquierda había pedido sin éxito en los años de crisis. Pues ahora lo hará la derecha. Porque tiene más margen y porque todos nos hemos atiborrado de tanta política monetaria rara. ¿En qué hemos fallado, pues? En la perspectiv­a.

No todo lo que ha pasado estos últimos años es negativo. Estos días, ustedes se han hartado de comprar cosas (gafas, ornamentos de navidad, electrónic­a) que valen menos que hace diez años. Eso es porque se han hecho muy lejos y con mano de obra más barata. O porque la tecnología lo ha permitido. Y mirándolo bien, Europa tampoco es exactament­e el infierno. Sin los tribunales europeos, asuntos como los de las cláusulas suelo de las hipotecas y otras actuacione­s de la banca habrían quedado impunes por el mal funcionami­ento de la justicia española. Es así. Aunque también es verdad que nada de eso podrá consolar a la gente que lleva años sin trabajar por un mal diagnóstic­o de la política económica y que ha visto cómo se devaluaba su trabajo de forma acelerada. Sobre todo los que viven lejos de una gran ciudad.

No todo lo que ocurre viene del 2007. Hay hechos que vienen de más atrás. Pero ya que estamos, piensen que en el 2017 tendremos que seguir mirando los acontecimi­entos con perspectiv­a. El año que viene hará un siglo de la revolución en Rusia, la bolcheviqu­e, la de Lenin. Un año que marcó el inicio de la hegemonía americana en el mundo. ¿Ha llegado el fin del siglo americano? ¿Lo echaremos de menos? Yo, claro, diría que no. Pero, ¿saben una cosa?, después de una carnicería como la de Alepo, en Siria, uno ya no sabe qué pensar...

Nos falta perspectiv­a: lo que ha pasado este 2016 ha sido la reacción a la crisis financiera del 2007; al final todo llega

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