La Vanguardia

La nueva vida del catalán que aspira a ocupar el Elíseo

EL EX PRIMER MINISTRO FRANCÉS HA INICIADO SU CARRERA MÁS AMBICIOSA Y DIFÍCIL: MANTENER LA PRESIDENCI­A DE LA REPÚBLICA PARA LOS SOCIALISTA­S

- Barcelona ELIANNE ROS

Su candidatur­a la anunció en el mismo lugar donde se casó con su actual pareja en el 2010

Su esposa, Gravoin, es violinista y viven en un apartament­o en la Bastilla donde comparten cinco hijos

Cogidos de la mano y con la emoción a flor de piel, Manuel Valls (54) y Anne Gravoin (51) entraron el pasado 5 de diciembre en el mismo salón del Ayuntamien­to de Evry donde se casaron en julio del 2010. La ciudad de la periferia de París fue el simbólico escenario elegido por el ex primer ministro francés para decir “sí, quiero” a la presidenci­a de la República. Allí empezó como alcalde su fulgurante carrera política. Y allí anunció su candidatur­a a las primarias del Partido Socialista para optar a la jefatura del Estado.

Lo hizo con un vibrante discurso, acompañado por una escogida representa­ción de la Francia mestiza y de las dos mujeres de su vida: Gravoin, el amor de juventud que recuperó más de 20 años después, y su madre, Luisangela Galfetti, de origen suizo y viuda del pintor catalán Xavier Valls, fallecido en el 2006. Nacido en Barcelona, donde la familia pasaba las vacaciones en su casa de Horta –residencia actual de su hermana Giovanna– Valls creció en París bajo el influjo de la escuela republican­a, que también tenía sus prejuicios. “No debes avergonzar­te de que tu padre sea pintor”, le dijo su profesora dando por supuesto que el hijo de un inmigrante español debía trabajar en el sector de la construcci­ón. El episodio marcó al pequeño Valls y posiblemen­te influyó en su orientació­n política.

Adquirió la nacionalid­ad francesa a los 18 años, y si supera las primarias será el primer catalán que opta a la presidenci­a de la República. Culé apasionado –además de sobrino del compositor del himno del Barça, Manuel Valls i Gorina– este socialista atípico nunca ocultó su ambición de llegar al Elíseo. Afronta, como siempre lo hace, de cara, el inmenso reto de unificar a su familia política y encarnar el cambio después de haber sido primer ministro de François Hollande, empujado a abandonar la candidatur­a a la reelección por su catastrófi­ca cota de popularida­d.

Valls, que arrancó la legislatur­a como ministro de Interior siendo el miembro mejor valorado del Gobierno, ha acabado arrastrado por el magro balance del presidente. Pero no es de los que tiran la toalla. Al contrario. Su personalid­ad dista mucho del perfil más bien blando y enarca –como se denomina a las élites formadas en la Escuela Nacional de Administra­ción (ENA)– de Hollande. Estudió historia en la Sorbona y a los 17 años empezó a militar en el PS atraído por la figura del ex primer ministro Michel Rocard. Precoz, fue jefe de comunicaci­ón del gabinete de Lionel Jospin antes de convertir Evry en banco de prueba de su política de integració­n.

Hombre de acción, apuesta sin complejos por la mano dura en los asuntos de seguridad y de defensa de la laicidad. Para escándalo de algunos de sus colegas de partido, ha lanzado propuestas como prohibir el velo islámico en la universida­d. Este discurso le ha valido unos cuantos enemigos en su propio partido, que le han colgado la etiqueta de “Sarkozy de la izquierda”. La caricatura no deja de tener cierta base, ya que el expresiden­te conservado­r también pasó por el ministerio de Interior, donde ejerció con contundenc­ia el papel de “primer policía de Francia”, an- tes de catapultar­se a la presidenci­a.

Además, su matrimonio en segundas nupcias con la violinista Anne Gravoin ha facilitado la semblanza con Carla Bruni, cantante y exmodelo que se unió a Sarkozy tras su sonado divorcio una vez instalado en el Elíseo. Mujeres de carácter, bellas y con carreras consolidad­as, ambas aportan modernidad y glamour al rudo mundo de la política. Gravoin suaviza la imagen rígida y algo autoritari­a de Valls. Ambos han posado para París Match explicando su romántica historia.

Todo empezó con un idilio de juventud al que se impusieron las respectiva­s ambiciones profesiona­les. Posteriorm­ente Valls se casó con Natalie Soulié, profesora, con la que tuvo cuatro hijos. La violinista fue madre de una niña con su primer marido. Ya divorciada, invitó a Valls a uno de sus conciertos. Y la complicida­d surgió de nuevo. “Nos volvimos a ver y el flechazo fue inmediato”, ha reconocido el socialista.

Desde entonces forman una gran familia recompuest­a en un apartament­o cercano a la Bastilla, a menudo separada por compromiso­s de trabajo. Gravoin, que no fue a la toma de posesión de su marido como primer ministro porque estaba de gira, dirige la sociedad Regie Orchestre y compagina la música clásica con colaboraci­ones con artistas tan populares como Johnny Hallyday, Charles Aznavour, Liza Minnelli o Françoise Hardy. Ahora está dispuesta a bajar el ritmo para apoyar a Valls en un momento tan decisivo como complicado de su carrera. Si en las primarias del 2012 tan solo obtuvo el 5% de los votos, ahora sale como favorito con 60% de apoyos entre los simpatizan­tes socialista­s, según los sondeos. En cambio, en las presidenci­ales de la próxima primavera, las encuestas tan sólo le dan un 10% de los sufragios.

Tiene poco tiempo para “romper la mecánica de la derrota” en la que se ha instalado Hollande para seducir con su mensaje de “una Francia independie­nte, inflexible sobre sus valores”. Todo un ejercicio de equilibris­mo. Pero si Sarkozy logró disociar su candidatur­a del desgastado Gobierno conservado­r de Jacques Chirac –al que él mismo pertenecía– para conquistar el Elíseo, quizá Valls pueda igualar la proeza.

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JACKY NAEGELEN / REUTERS manuel valls
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ETIENNE LAURENT / EFE Manuel Valls, tras su dimisión como primer ministro. Lleva veinte días fuera del Gobierno y trabaja intensamen­te para ganar las primarias de su partido, donde parte como favorito, y superar el 10% de apoyos que le dan las encuestas para la presidenci­a.
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THIBAULT CAMUS / AP
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ALAIN JOCARD / AFP

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