MAR DEL PLATA, CÓRDOBA, PUNTA
La Nochevieja es también familiar aunque muchos argentinos acostumbran a pasarla ya en sus lugares de vacaciones. Enero y febrero son como julio y agosto en España. El último día hábil del año el centro porteño queda inundado de papelitos que se arrojan desde las oficinas en una tormenta de confeti. Sin embargo, Buenos Aires, a pesar de su icónico Obelisco, no celebra una gran fiesta popular en la calle para recibir el año, como ocurre en Río de Janeiro o en Viña del Mar, con sus festivales pirotécnicos. Tanto en Nochebuena como en Nochevieja la gente tira petardos como en el San Juan mediterráneo. No obstante, el agua fría –incluso en verano– y el viento de la costa atlántica no tienen nada que ver con el Mediterráneo. Las playas más cercanas a Buenos Aires están a 300 kilómetros. El éxodo a Mar del Plata y otras ciudades costeras es también tradición, al igual que hacia las frescas sierras de Córdoba o a la uruguaya Punta del Este, en el caso de las clases más pudientes. Pero este año la inflación ha disparado los precios y el sector turístico teme una pésima temporada: a muchos argentinos les sale más a cuenta viajar a Chile o Brasil. En los próximos dos meses Buenos Aires queda desierta y Mar del Plata se convierte en la capital oficiosa. Tanto es así, que mientras la cartelera teatral porteña se congela –con excepciones, como la quinta edición transatlántica del festival Temporada Alta, que se celebrará en febrero–, las salas marplatenses se llenan sobre todo con las revistas musicales que triunfaron en Buenos Aires durante el año, pero también con obras protagonizadas por los principales actores argentinos.