La Vanguardia

Voz negra, ojos griegos...

- JAUME COLLELL

Juliette Gréco cumplirá noventa años el 7 de febrero. Convertida en sirena de los existencia­listas franceses, se la conoce por su voz, negra y grave, y la contundenc­ia de unos ojos griegos, acerados. No ha dejado de dar conciertos hasta la gira de despedida, titulada Merci, que tuvo que interrumpi­r durante la pasada primavera por un ataque cerebral, del que se recuperó totalmente. El pasado 9 de diciembre, tras haber retomado las actuacione­s, una indisposic­ión le obligó a anular la cita prevista en la sala Pleyel de París. Es la decana de los cantantes franceses, con permiso de Charles Aznavour, que tiene algunos años más.

Hija de un padre corso, que ejercía de comisario de policía, y de una madre bordelesa, la pequeña Juliette nació en 1927. Tras la separación de sus padres, se fue a vivir con su hermana mayor, Charlotte, junto a sus abuelos en Burdeos. Iba a un colegio de monjas y mostraba un carácter tímido. La futura cantante tuvo una infancia dura. El padre abandonó la familia, la madre no quería ataduras. Llegó a comentar a Juliette que no era hija suya, que fue comprada a unos gitanos, o que fue fruto de una violación… En 1933 dejó a las dos hijas en París. Juliette estudió danza en la Òpera Garnier. En 1939, debido a la guerra mundial, las hermanas volvieron al sudoeste francés, mientras la madre se enroló en la resistenci­a y en 1943 fue detenida y enviada a un campo de concentrac­ión. De vuelta a París, Juliette vivió en casa de Hélène Duc, amiga de la madre, que la inscribió en un curso de arte dramático. A partir de 1945 frecuentó el barrio de Saint-Germain-des-Prés donde descubrió el movimiento intelectua­l que dio paso al existencia­lismo, y la ebullición política, a través de la Juventudes Comunistas. En los cafés y tertulias del barrio conoció a Jean Cocteau, Antonin Artaud, Boris Vian y Jean-Paul Sartre, que incluso llegó a escribirle letras para sus canciones.

En 1949 ya tenía un repertorio bastante amplio. Es cuando participó en la reinaugura­ción del cabaret Le Boeuf sur le Toit. También es el año en que coincidió con Miles Davis, que había acudido a París para dar un concierto. Se enamoraron locamente, y fueron viéndose tanto en Europa como en Estados Unidos, aunque nunca dieron el paso de casarse, debido a la intoleranc­ia, aún en los sesenta, respecto a la relación entre un famoso músico negro y una cantante blanca francesa. Los matrimonio­s de Juliette Gréco se fueron sucediendo. Primero con Philippe Lemaire, en 1952, con quien tuvo una hija, después, en 1966, con Michel Piccoli, y desde 1988 con Gérard Jouannest, que le ha acompañado al piano desde entonces.

En 1966 cantó junto a George Brassens en el palacio Chaillot de París y dos años después impuso la costumbre de celebrar los conciertos a las 18.30 h en el teatro de la Ville. También ha actuado varias veces en la emblemátic­a sala Olympia. Entre sus éxitos destacan Déshabille­z-moi, Paris canaille, además de Amsterdam o No me quitte pas, de Jacques Brel a quien conoció en 1954. Fue Juliette Gréco quien cantó las canciones de un entonces desconocid­o Serge Gainsbourg (L’accordéon, La Javanaise), también divulgó diversos títulos de Léo Ferré y Guy Béart. Ha cantado en Brasil, Estados Unidos, Japón… Y en España, varias veces: en Torremolin­os, en los sesenta, Madrid, Barcelona...

La trayectori­a cinematogr­áfica de Gréco no es menos importante. Los títulos, directores y compañeros de reparto son de primer orden. A las órdenes de Jean Renoir rodó Elena y los hombres en 1956, Buenos días tristeza de Otto Preminger en 1958, Las raíces del cielo de John Huston en 1958, Drame dans un miroir de Richard Fleischer en 1960, película en la que actuó con Orson Welles. Muchos de estos títulos se deben al trabajo del productor Darryl F. Zanuck, con quien mantuvo una relación amorosa.

A pesar de las circunstan­cias adversas de su niñez, recuerda que su madre le había comentado que el día en qué nació llovía. La lluvia, ha pensado siempre, ayuda a las plantas a crecer, incluso a las venenosas. Enfundada siempre en trajes oscuros, ha convertido el color negro en una coraza inseparabl­e. Los tiempos de aquellos antros que olían a tabaco se han esfumado, pero la pasión por el escenario permanece en su alma, a pesar de no poder seguir en activo por su delicada salud. El contacto con el público, para Juliette Gréco, ha supuesto una especie de amor físico como sustituto de cualquier otro tipo de adicción. La garganta poética de la artista llega hasta el tímpano del espectador y su mirada de ciervo se incrusta en las retinas de cualquiera.

Durante este año aún ha dado recitales, hasta que por problemas de salud se ha retirado de los escenarios

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INA / GETTY
 ?? DAVID WOLFF - PATRICK / GETTY ?? Arriba, la cantante en una imagen de 1961. Abajo, durante una actuación en París el año pasado
DAVID WOLFF - PATRICK / GETTY Arriba, la cantante en una imagen de 1961. Abajo, durante una actuación en París el año pasado
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