NEGRO Y BLANCO
El negro que tenía el alma blanca hoy sería un título prohibido por políticamente incorrecto. Ni el sujeto ni el predicado pasarían la prueba del algodón de la neomoralina actual. Pero en 1927 tan sutiles consideraciones todavía eran desconocidas para el común de los españoles, que hacían cola para visionar la película de producción nacional que estaba arrasando. Protagonizada por Conchita Piquer y el egipcio Raymond de Sarka (en el papel del sujeto del título), el film adaptaba la exitosa novela homónima de Alberto Insúa. La historia de un bailarín negro que ha dado el salto a la fama dejando atrás su experiencia como criado en una casa noble de Madrid. Desgraciadamente se enamora de su partenaire en el escenario, que tiene terror a los negros. La película supuso el gran espaldarazo para la carrera de la Piquer y eso que era todavía una película muda.
No sería hasta unos meses después cuando se estrenaría en Estados Unidos El cantor de jazz , la primera película sonorizada. Fue toda una apuesta para su productor Harry Warner, que le llevó a renunciar a su salario, empeñar las joyas de su mujer y mudarse a un pequeño apartamento. Todo para poder pagar los 422.000 dólares que costó la producción (más de 5 millones de dólares actuales), un récord para su tiempo. Las estrecheces de Mr. Warner se verían compensadas por una acogida espectacular que además cambió para siempre la historia del cine. Curiosamente, el tema de la negritud y las consideraciones raciales era, también en este film una parte esencial de su trama. El protagonista, por cierto, representaba ser el hijo pródigo de un estricto rabino judío que no soporta ver a su vástago, con una voz tocada por la mano de Dios, dedicándola a ritmos innobles.
Cine negro o cine blanco, el séptimo arte fue el fenómeno del año. Sus posibilidades narrativas quedaron patentes con la
Metrópolis de Fritz Lang, que se adelantó a un futuro maquinal en el que robots y humanos serían casi indistinguibles. De ahí a enamorarse de la sugerente voz que surge de nuestro teléfono móvil había solo un paso. Que se lo cuenten a Joaquin Phoenix.