La Vanguardia

¿Referéndum o referéndum?

- Isabel Garcia Pagan

Del pacto fiscal al derecho a decidir. Del derecho a decidir a la consulta. De la consulta a las elecciones plebiscita­rias. De las plebiscita­rias al referéndum unilateral y, por Navidad, vuelta al derecho a decidir bajo la denominaci­ón de referéndum pactado. Todo, claro está, según los ojos del partido con el que se mire.

La capacidad de mutación del proceso soberanist­a está más que demostrada y avanza siempre acompañada de una calculada escenograf­ía que alimenta un álbum de fotos

históricas. Y con cada paso, grandes dosis de obligada indefinici­ón y preguntas sin respuesta. Artur Mas lo llamaba astucia, audacia, y Carles Puigdemont, “un salto adelante”.

El martes, el Parlament tramitó los presupuest­os del Govern gracias a los votos de la CUP, que se aferra, como único triunfo, al compromiso del president de convocar un referéndum unilateral de independen­cia en septiembre del 2017. El miércoles, Puigdemont defendió en la sesión de control parlamenta­rio que lo que une a Catalunya es el referéndum –no la independen­cia–. Y el viernes, la ansiada foto con la alcaldesa Ada Colau obliga a fijar un marco de trabajo a favor de una consulta acordada con el Gobierno español que, aunque previsto en la hoja de ruta soberanist­a para alimentar la imagen de disposició­n al diálogo, había sido relegado por imposible.

El independen­tismo no puede permitirse el lujo de avanzar sin pluralidad ni transversa­lidad ideológica, y el espacio que representa Colau es una de las claves para sumar si lo que se acaba contando son los votos.

Hay que reconocer que la alcaldesa de Barcelona es capaz de monopoliza­r la primera reunión del Pacte Nacional pel Referèndum sin sucumbir a una sola atadura aparente. Se arroga sin pudor la representa­ción de una “mayoría de país” para la que, sostiene, “el elemento central no es la independen­cia, es la democracia”, lo que le permite mantener la indefinici­ón de su proyecto político en torno al sentido del voto en un referéndum.

Aunque el aroma de la victoria colauista puede ser efímero. La posición del Gobierno español ante un referéndum es la crónica de un no anunciado, y la batalla catalana se juega en una doble urna: la del proceso soberanist­a con fecha de caducidad, y la de unas elecciones al Parlament en las que se dará la vuelta al mapa político catalán tradiciona­l. ¿A qué apostará Colau?

Lo que ya ha cambiado es el terreno de juego en el exterior. Las asambleas legislativ­as europeas pueden titubear si se trata de cuestionar la organizaci­ón institucio­nal de un Estado, pero sus parlamenta­rios ahora se permiten el lujo de enarbolar la bandera de la defensa de la libertad de expresión de representa­ntes políticos elegidos democrátic­amente sin miedo al conflicto diplomátic­o. Son los daños colaterale­s de judicializ­ar un conflicto político. Y eso no hay Margallo ni Dastis que lo pare.

El aroma de victoria ‘colauista’ puede ser efímero: el no del PP a la consulta es una crónica anunciada

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