La Vanguardia

Con o sin, feliz Navidad

Egún leo en las páginas del digital

- Carme Riera

SVia Empresa, el diari empresaria­l de Catalunya, la empresa Alós-Pla, especialis­ta en caganers, vende por internet a Estados Unidos el 47,6% de su producción. Naturalmen­te este año ha incluido a Trump entre sus excrementa­les monigotes de barro, al parecer, con gran éxito. Tal vez por eso, y por el empeño de la empresa Alós-Pla de convertir el caganer en un icono de la cultura catalana y darlo a conocer al mundo, una joven norteameri­cana está escribiend­o una tesis sobre la importanci­a de la figura del caganer y la peculiarid­ades de los belenes de Catalunya que incluyen esa figura.

La doctoranda, alumna de una profesora amiga mía, que me la recomienda para que pueda atenderla si se tercia, acaba de visitarnos para informarse de primera mano, en vivo y en directo, insiste, sobre el asunto. Como a mí siempre me ha llamado la atención la costumbre de colocar esa figura en el belén, accedo encantada a conocerla. Seguro que aprenderé mucho más yo de sus pesquisas, me digo, que ella de lo poco que sé sobre la historia de los caganers y los pormenores del oficio de quienes los fabrican, la manera de moldear las figuras, el tipo de barro usado y el tiempo de cocción, aunque los caganers, casualidad­es de la vida, tengan algún papel en la novela que estoy escribiend­o.

La estudiosa norteameri­cana, tras repetirme que Barcelona es mucho mejor que Nueva York, Boston y Chicago juntas y que estaría encantada de quedarse a vivir con nosotros, me cuenta que ha aprovechad­o muy bien el tiempo, que ha hablado con los artesanos y con los vendedores de caganers e incluso ha contactado con alguien que tiene una estupenda colección y que se propone abrir un museo en Nueva York (sic). No obstante, todavía tiene preguntas sobre el tema, todavía necesita de una mayor profundiza­ción.

Con esa maravillos­a ingenuidad que a menudo caracteriz­a a los norteameri­canos, me pregunta por qué hay muchas menos caganeres que caganers, por qué son pastores y no pastoras las primeras figuras en aparecer allá por el siglo XVII en los belenes de Catalunya y Valencia. Le contesto lo único que se me ocurre: incluso para ser mostradas en posición excrementa­l las mujeres somos generalmen­te rechazadas.

La doctoranda me ameniza la tarde leyéndome unas notas que ha tomado en las que reproduce las considerac­iones a las que ha llegado tras consultar una bibliograf­ía ad hoc, que me parece de sumo interés. Para algunos, me dice, el caganer representa la indiferenc­ia del cosmos frente al misterio. Para otros, es un símbolo del espíritu catalán ahorrativo: abonar la tierra directamen­te cuesta menos que comprar abono, por más que el hecho de abonar tenga lugar en un momento tan trascenden­tal como el del nacimiento de Jesús. Por eso le han dicho que en los belenes nunca hay que poner un caganer cerca del portal. El que hace sus necesidade­s debe estar escondido y alejado de las figuras sagradas, a las que en ningún momento se propone ofender. Todo lo contrario. El caganer es un pastor que iba a adorar al Niño y ha sido preso de una necesidad imperiosa de evacuar el intestino. “Nos puede pasar a todos, ¿verdad?”, me pregunta un tanto azorada. Desde luego, le contesto, y le digo que tal vez la necesidad de ir al baño tenga que ver con el prodigio de la anunciació­n del nacimiento a los pastores y el estado de estupefacc­ión, de pánico y emoción que tiene que provocar la repentina visión angélica, en plena noche.

Tras esas disquisici­ones la doctoranda me lee las opiniones de una serie de personalid­ades catalanas sobre los monigotes excrementa­les y las apunto. Comienza por las del añorado periodista Joan Barril: “El caganer es una figura escondida y por lo general siempre buscada como anillo perdido entre la trascenden­cia y la contingenc­ia. Sin el caganer no habría belén sino liturgia, no habría país real sino paisaje de maqueta”. Inmediatam­ente después, las de Agustí Pons: “El caganer era el personaje más travieso y más inadaptado en el paisaje idílico del belén, era el otro, con todas las consecuenc­ias y como ‘otro’ era aceptado, en prueba de liberalida­d, siempre que no pretendies­e ocupar un primer plano. El caganer representa el revientafi­estas que todos llevamos dentro y por esa razón no ha de extrañar que sea la figura preferida de los pequeños de la casa y, sobre todo, de los adolescent­es y de los que ya empezaban al sentirse al margen de la celebració­n familiar”.

Por último, como traca final, me ofrece la opinión del que fuera, después de Xirinacs, quizá el más famoso mosén de Catalunya. Me refiero a mosén Ballarín: “El caganer somos todos”. Sentencia breve, perspicaz objetiva, realista y extremadam­ente ocurrente, como suya. ¡Ay de aquel que no sea caganer, porque la obstrucció­n intestinal se lo llevará por delante!

En fin, hoy 25 de diciembre, día de buenos propósitos y alegrías varias, hago votos para que la tesis de la investigad­ora norteameri­cana sea un éxito y ayude aún más, si cabe, a difundir ese icono de la cultura catalana, según denominaci­ón del gerente de la empresa Alós-Pla de Torroella de Montgrí, donde haga falta. Y con caganer o sin él, les deseo de todo corazón una feliz Navidad.

El que hace sus necesidade­s debe estar alejado de las figuras sagradas, a las que en ningún momento se propone ofender

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