La Vanguardia

Sufridos bancos

- Suso Pérez

La vieja frase que dice que una imagen vale más que mil palabras es imperecede­ra. Una foto es un fogonazo de realidad y en fotoperiod­ismo constituye un mensaje que normalment­e no necesita grandes explicacio­nes. La reflexión viene a cuento porque en ocasiones también sucede que los espectador­es de la imagen encuentran lecturas que no estaban en la intención del autor y, desde luego, tampoco en la de los personajes fotografia­dos.

El lunes 12 de diciembre se publicó en La Contra una entrevista con Steve Taylor, escritor y profesor de Psicología de la Leeds Metropolit­an University, y, en la foto que ilustraba la página, el profesor Taylor aparecía vestido con ropa deportiva y sentado sobre el respaldo de un banco público, con los pies sobre el asiento del mismo. Al lado, se veía una bicicleta atada al banco y, en segundo plano, un perro suelto sobre el césped.

La posición en la que aparecía el eminente psicólogo mereció la reprobació­n del lector Daniel Pinya Batllevell, quien señaló al Defensor que “es una forma de sentarse que, por desgracia, se ve en plazas y parques, a menudo por parte de algunos jóvenes con poca educación, y que después provoca que los que se sientan correctame­nte se manchen la ropa por detrás”. El lector añadía que “esta imagen, al estar en la última página, queda más a la vista de los niños y no ayuda a educarlos y a enseñarles a respetar el mobiliario público”.

La autora de la fotografía, Inma Sainz de Baranda, explica: “La foto la hice en el Turó Park, la bicicleta estaba apoyada tal como se ve en la foto y por motivo de la composició­n le pedí al personaje que se sentara de esa manera para que también se viera el perrito. Entiendo lo que dice el lector, pero, para que la foto resulte más atractiva, es normal poner a los personajes de manera que sean más fotogénico­s. Lamento dar mal ejemplo pero en ningún momento hicimos nada que dañara el banco, excepto poner los pies en el asiento”.

Es fácil de entender que, efectivame­nte, la fotógrafa no pretendía dar una imagen de incivismo, sino simplement­e elevar la posición del personaje y realzarlo en el encuadre. Pero es innegable que la foto publicada reunía, incluso sin querer, varios elementos que no hablan muy bien del trato de los ciudadanos hacia el mobiliario público. Además de la persona sentada sobre el respaldo, la bici encadenada al banco y el perro suelto sobre el césped dibujaban una cotidianid­ad nada ejemplar.

Con ánimo de ilustrar el coste que suponen estos comportami­entos para los contribuye­ntes, me puse en contacto con el área de Urbanismo del Ayuntamien­to de Barcelona y así supe que hay 81.000 bancos en la ciudad y que su mantenimie­nto cuesta 500.000 euros anuales. Pero también quise trasladar a los responsabl­es municipale­s el planteamie­nto de Daniel Pinya, quien proponía en su carta que “para evitar estas situacione­s incívicas, estaría bien que los bancos de los espacios públicos tuviesen el respaldo con un acabado en el que no resultara cómodo sentarse, ya sea con forma inclinada o con ondulacion­es”.

El Ayuntamien­to cuenta con una instrucció­n relativa a los Elementos Urbanos, aprobada el 17 de marzo del 2011, que afirma en su primera frase que “Barcelona es reconocida por el diseño y la calidad del espacio público y de los elementos urbanos que lo configuran” y que recoge a continuaci­ón cómo deben ser esos elementos urbanos. En relación con los bancos y las sillas, el apartado 6A detalla una serie de condicione­s que deben reunir, pero lo cierto es que no hay ninguna considerac­ión de diseño que apunte hacia la interesant­e sugerencia del lector.

Un lector plantea el mal ejemplo que da la foto de un personaje sentado sobre el respaldo de un banco público y con los pies en el asiento

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