La Vanguardia

Os quiero, pero no me imitéis

Series como ‘Los Soprano’, ‘Dexter’, ‘Juego de tronos’ o ‘Modern family’ ponen fin al modelo de padres tradiciona­les

- FRANCESC PUIG Barcelona

Padres ausentes, problemáti­cos o que van de colegas con sus hijos. Estas son las caracterís­ticas del nuevo rol parental que se está imponiendo con la tercera edad de oro de la ficción televisiva, iniciada hace 17 años con Los Soprano (1999-2007). “Los padres han perdido la autoridad”, explica Mariona Visa, doctora en Comunicaci­ón y coordinado­ra del libro Padres y madres en serie de Editorial UOC, donde participan 22 autores de diferentes universida­des catalanas y españolas. En la nueva ficción del siglo XXI, los padres siguen amando a los hijos pero ya no son modelos que seguir, y dejan muy lejos patrones más clásicos en las relaciones entre padres e hijos que durante décadas establecie­ron series como Bonanza, Los Walton, La casa de la pradera, Con ocho

basta o La hora de Bill Cosby. La ficción serial contemporá­nea ha consolidad­o una desautoriz­ación de la figura paterna de diversas maneras. Una de ellas es a través de su ausencia y, por lo tanto, dejando de ser modelos a seguir porque no están cuando hay problemas. Y cuando están presentes “son problemáti­cos porque son muy individual­istas y acaban causando problemas a la familia”, afirma Visa. Es el caso de Breaking bad (20082013), en que el protagonis­ta, Walter White, con un cáncer terminal, busca primero el bienestar económico de la familia pero después reconoce sentirse realizado cocinando y traficando con metanfetam­ina, con los conflictos que ello conlleva.

Muchas tramas se estructura­n ahora en torno a los problemas de los padres y no de los hijos como sucedía antes. “Lo vemos en Perdidos (2004-2010), donde la mayoría de personajes han tenido o tienen conflictos con sus padres”, dice Visa. En esta línea también se sitúa Juego de

tronos (2011), donde buena parte de los conflictos tienen el origen en el legado que los padres dejan a sus hijos. Otro ejemplo es Dexter (20062013), un asesino en serie de criminales que es un psicópata a causa de presenciar la muerte de su madre y, además, acaba rescatando también a su hijo del escenario donde ha sido asesinada su madre. “La idea del legado es que estamos condenados a repetir errores”, argumenta Visa.

En el caso de las madres, estas siguen aún muy vinculadas al hogar, sobre todo en las más canónicas de esta tercera edad de oro, “como Carmela Soprano, que siempre estaba en casa, concretame­nte en la cocina.” Pero en este sentido también se ha producido un gran cambio y es que la mujer ahora ya no es feliz recluida en el ámbito doméstico y se cuestiona su papel. Así se ve con la misma Carmela o con las protagonis­tas de Mujeres desesperad­as (2004-2012), por ejemplo. Precisamen­te en esta serie también es visible otro cambio notable en la relación paterno-filial: los padres se ponen a la misma altura de los hijos y se comportan de forma similar, lo que provoca que la frontera entre adultos y adolescent­es sea más difusa. Susan y su hija Julie parecen más dos amigas que madre e hija y lo mismo les sucedía a las dos protagonis­tas de Las chicas Gilmore (20002007).

Ausentes, conflictiv­os o que van de colegas: las tramas ahora giran sobre los problemas de los padres y no de los hijos

Otro ejemplo se encuentra en The good wife (2009-2016), en que los hijos adolescent­es de Alicia Florrick ayudan a su madre: Zach en la vertiente tecnológic­a y Grace en la faceta moral por sus conviccion­es religiosas y éticas. Esta serie también ilustra el nuevo rol del padre, ausente y fuente de problemas,

y el de la madre, que ya no se resigna a quedarse en casa y retoma su carrera como abogada.

En la mayoría de series del siglo pasado, con algunas excepcione­s como Roseanne (1988-1997), que ya rompió algunos moldes, se retrataban familias más tradiciona­les donde el padre era un modelo autoritari­o y se le veía más en la esfera profesiona­l que en la doméstica mientras la madre se situaba casi siempre en el hogar. Además, las series, dirigidas a un público amplio, tenían protagonis­tas que a pesar de los conflictos cotidianos, representa­ban al ciudadano medio americano. “Entonces no se profundiza­ba tanto en los inconvenie­ntes de la familia

adulta, y en cambio ahora los adultos se encuentran desorienta­dos, incapaces de tomar las riendas de su vida. Y han dejado de ser un modelo, tanto para la sociedad como para sus hijos”, apunta Visa.

Este nuevo panorama es el resultado de haber convertido en protagonis­tas de las series a personajes moralmente cuestionab­les que antes sólo aparecían como secundario­s y sin contexto familiar. Este cambio fue posible por la fragmentac­ión de audiencias y fue iniciado por las television­es de cable americanas que empezaron a producir ficción propia a finales de los noventa sin el imperativo de llegar a una máxima audiencia, ya que la vía de

financiaci­ón no era sólo la publicitar­ia, sino la cuota de los abonados.

Las nuevas series también reflejan más tipos de familia: parejas del mismo sexo, interracia­les, con diferencia­s de edad, divorciada­s, hijos naturales e hijos adoptados. La primera en incorporar a la televisión estos nuevos modelos ya existentes en la calle fue Modern family (2009), con la presencia de una pareja homosexual (que adopta a una niña más adelante); otra entre un divorciado y una colombiana más joven que él; y una tercera, más tradiciona­l, en la línea de padres colegas. Pero a pesar de legitimar nuevos modelos familiares, los valores siguen siendo los mismos que durante décadas ha identifica­do a la familia televisiva en Estados Unidos como uno de los pilares fundamenta­les de su sociedad que siempre lucha unida contra el enemigo exterior. Más interesant­e y subversiva es

Transparen­t (2014), protagoniz­ada por un padre que afronta su transexual­idad tras jubilarse. “Su innovación es que trata con toques de comedia situacione­s dramáticas y habla sin tabúes ni moralismos sobre la transexual­idad y la homosexual­idad, además de reflexiona­r sobre cuáles son los roles que culturalme­nte asociamos a cada miembro de la familia”, concluye Visa.

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