“Desconecto de Venezuela por salud mental”
Karina, de 24 años, aterrizó la tarde del jueves en Barcelona, procedente de Buenos Aires, y por la noche ya estaba detrás de la barra del bar Bistró 58, el establecimiento que regentan sus padres, Guillermo Pérez y Yajaira Chiquinquira, desde el pasado abril en el Eixample. La creciente inseguridad, sumada a la falta de alimentos y de medicamentos, ha acelerado la salida de Venezuela de miles de personas en los últimos meses. Guillermo, con raíces gallegas; su mujer, Yajaira, y el pequeño de sus cuatro hijos, Alejandro, de 11 años, se instalaron en Barcelona a comienzos de año. Esta es su primera Navidad en la ciudad. “En Venezuela, lo que celebramos es la noche del 24, con una cena especial a base de hallacas, que es una masa de maíz con caldo de gallina y con un relleno de diferentes tipos de carne, alcaparras, pimentón..., y pernil macerado. Al llegar la medianoche repartimos los regalos”, cuenta Yajaira. Ayer reunió en la mesa a dos de sus cuatro hijos, a Karina y a Alejandro. El mayor sigue en Buenos Aires, donde estudia y hace sus pinitos como asistente de dirección teatral, y el tercero trabaja en un restaurante de A Coruña. “Este año, sin comida, sin juguetes, sin regalos, no habrá Navidad en Venezuela. Si quieres comprar los ingredientes, tienes que ir al mercado negro y pagar precios altísimos. Nosotros sí cocinaremos aquí los platos tradicionales, pero no es lo mismo, porque tenemos a hermanos, sobrinos y amigos en Caracas que lo están pasando mal”, reflexiona Yajaira, que entra y sale de la cocina sirviendo arepas a los clientes, buena parte de los cuales son venezolanos. Relata Guillermo que en Caracas tenía cinco cafeterías, que el negocio iba bien, pero que el día que le pusieron una pistola en la cabeza dijo basta. En enero ya estaban aquí y el 23 de abril abrieron el bar restaurante. “Me he desconectado de la realidad venezolana a pasos acelerados por salud mental. Lo que busco es paz y tranquilidad. El otro día tuvimos un grupo de 20 personas y cerramos tarde. ¡Regresamos andando a casa a las 3 de la madrugada! Eso no tiene precio”, dice Guillermo. Su padre y su madre partieron a los 14 y a los 18 años, respectivamente, de su Galicia natal. Muy a su pesar emprendieron el regreso de vuelta a España hace unos meses. Ahora, en Alzira (Valencia), recuerdan con nostalgia su país de adopción.
Rosa M. Bosch