La conquista del bien
El sermón de la montaña o de las bienaventuranzas (Mt 5,3-11) es quizás una de las narraciones bíblicas más conocidas. Constituye la síntesis de la buena nueva que propone Jesús, en la que pobres, afligidos, hambrientos, perseguidos, justos... son objeto de alabanza y de bendición, y donde los valores más mundanos como el poder, la injusticia, los intereses egoístas, son denunciados como causa de oprobio y de perdición. En estas profundas palabras de Jesús no se promete
la evasión del mal y del sufrimiento, sino la conquista final de todo su sentido en el bien.
El género que utiliza Jesús para su mensaje pertenece al llamado macarismo de la literatura sapiencial del Medio Oriente, en el que se expresa una alabanza a las personas que tienen una determinada cualidad que les hace gozar de la predilección divina. Mateo presenta este discurso en el contexto de una montaña (identificada como el monte Har Haosher, al norte de Israel) como lugar privilegiado del encuentro con Dios en la tradición bíblica, entre las que destaca el monte Sinaí, dónde Moisés recibió la ley judía.
Pero la montaña del discurso de las Bienaventuranzas, de acuerdo con la geografía simbólica del Evangelio de Mateo, no es el Sinaí. Lo que Jesús realiza en ella es dar una interpretación nueva a la ley. Así el evangelista muestra cómo la autoridad de Jesús supera la de Moisés, y el lector es invitado a establecer un paralelo entre la primera montaña –la del Sinaí (Ex 19,1)– y la nueva montaña, en la que la ley antigua se encuentra citada y reinterpretada. La nueva ley propuesta por Jesús quedará fundada, no en el cumplimiento de unas normas, sino en la fecundidad de la confianza, la justicia y la bondad.