Celebrando

Cerca de las fiestas de Navidad me encontré un sábado en Shanghai con eventos importantes en viernes y sábado a los que tenía que asistir. Muy cerca de mi escuela, la China Europe International Business School, hay una iglesia católica, el “Sagrado Corazón de Jesús” y el sábado por la tarde decidí ir a misa allí. Cura chino y monaguillos también. La iglesia es grande y estaba llena. Muchos de los que estaban allí eran, por su aspecto, europeos. Muchos matrimonios jóvenes con niños. Delante tenía unos alemanes con tres niños pequeños. Los padres se daban la mano constantemente sonriéndose y los niños se lo pasaban en grande escondiéndose debajo del banco. La empresa del padre de los niños le habrá destinado a China y él lo habrá visto como una oportunidad. El ambiente de la iglesia era muy alegre. Había un coro, la mayoría europeos destinados a China, que cantaban en inglés acompañados con guitarras y otros instrumentos. Tocó recoger la limosna, y unos niños con corbata y bolsas rojas de apariencia navideña fueron pasando. Al final, los niños pusieron todas las limosnas en una bolsa y uno de ellos la llevó al altar y la depositó acompañado por el coro. Se notaba la satisfacción de los niños, chinos y europeos, con su logro. Los matrimonios chinos que había allí eran muy parecidos a los europeos. Pero había también chinos y chinas clásicos vestidos al estilo chino.

Cuando se acabó la misa con el coro cantando una canción navideña (Jingle Bells), se me acerca un chino y me dice en inglés que era exalumno de mi escuela y que le iba muy bien. Yo iba a saludar a dos profesoras de Madrid que estaban allí cuando viene un profesor de mi escuela y me dice que está en el coro de la iglesia. Fue profesor del IESE pero comentamos que ya lleva 6 años en China con su familia. Yo pensaba: “Dios mío, parece que esté en casa”. Hablamos los cinco que nos habíamos encontrado mientras la gente salía sonriendo y hablando entre ellos, los niños haciéndose bromas unos a otros en un ambiente prácticamente de familia. Lo he vivido muchísimas veces pero siempre me sorprende el afecto con que se tratan las comunidades de extranjeros en China. La iglesia no es una antigüedad pero fue de los primeros edificios que hubo en aquella zona que hoy es probablemente el área con más residentes extranjeros y tiene buenos colegios, tiendas, de todo en fin, un buen sitio para vivir.

Muy probablemente avanzamos hacia una sociedad así. Con lo bueno y lo no tan bueno. Muchos de los niños que había en aquella iglesia tienen a sus abuelos, a sus tíos, a sus primos, a miles de kilómetros y puede que algunos los vean en Navidad pero eso no es lo mismo que verlos muchos fines de semana. Si los alemanes que tenía delante consiguen sacar unos días para irse a su país quizás con los puntos acumulados en su tarjeta de viajero frecuente, los pilotos de Lufthansa puede que con su huelga les amarguen el viaje o los desanimen a “volver a casa por Navidad”. Alguna vez ha servido para que dándoles una conferencia/desayuno en mi escuela, en un palacete que tenemos en el centro de Shanghai, se encuentre un grupo de alemanes, españoles, franceses, tratando sobre algún tema que les sirve de excusa para estar de 8.00 a 9.30 de la mañana, desayunar, escuchar, hacer preguntas, pero, sobre todo, encontrarse, quedar entre ellos, ponerse al día, pedirse ayuda en algo. Si miramos alrededor nuestro quizás vemos a alguien extranjero a quien le ha tocado estar aquí, en Barcelona. Tenemos fama de recibir bien a la gente, pero en estas fechas podríamos pensar en ponerle un poco más de cariño a nuestro entorno. Por cierto, el sábado por la mañana me había entrevistado con el presidente de una de las compañías farmacéuticas más importantes del mundo y me dijo que están creciendo un 12 % en China con ya miles de millones de ventas. No logro encontrar a nadie que le vaya mal. Es posible que parte de la alegría venga de esto.

En el mundo global, las comunidades de extranjeros están cada vez más conectadas