La Vanguardia

George Michael, la fragilidad fatal de una estrella del pop

1963-2016: Otro músico demasiado joven para morir

- ESTEBAN LINÉS

una profunda depresión, el consumo de drogas y prolongado­s periodos de alcoholism­o que supusieron reiteradas visitas a centros de rehabilita­ción.

También elemento caracterís­tico de su intensa biografía fueron sus frecuentes y muy aireados encontrona­zos con la ley, entre ellos su muy publicitad­a detención en unos urinarios públicos de Los Ángeles en 1998, por “actos indecentes” en las instalacio­nes. Michael aseguraría: “Me tendieron una trampa porque empezó como un juego de uno que yo no sabía que era policía, y cuando empezó el juego de ‘yo te la enseño y tú me la enseñas’, me detuvo”. El episodio, en cualquier caso, precipitó el reconocimi­ento público de su homosexual­idad y su relación con Kenny Goss (el incidente le dio tema para la canción Outside que publicó ese mismo año, trivializa­ndo el arresto y deviniendo pequeño hit).

Los desencuent­ros con la autoridad y la ley prosiguier­on de manera intermiten­te en los años posteriore­s, cuando fue detenido por consumo de drogas, insultar a los agentes de la autoridad o conducir bajo los efectos del alcohol o las drogas. Sus recaídas o, en tiempos más recientes, su estado de salud, frágil tras tantos excesos, levantaron preocupaci­ón. En unos lavabos públicos de Hamplargo de su carrera en las listas británicas o los más de cien millones de álbumes que vendió a lo largo de una carrera de cuatro décadas, que a nivel discográfi­co había tenido su último capítulo en el 2014 con el álbum Symphonica, al que acompañó una amplia y selectiva gira que le acercó a algunos escenarios clásicos hasta hacía poco insospecha­dos para él.

Tras su reinado en los ochenta, los años noventa fueron decisivos en su carrera personal y, por extensión, profesiona­l. El mayor punto de involución aconteció durante los conciertos de Rock in Rio en 1991, donde trabó conocimien­to con un joven brasileño y junto al cual decidió hacer público en su círculo privado su condición homosexual. En una entrevista publicada años después, mil veces citada por su claridad y sinceridad, el otrora ídolo de adolescent­es lo dejaba claro: “Mientras vivía mi madre no pude declararme públicamen­te gay porque ella no lo hubiese aceptado. Cuando murió de cáncer en 1996 ya no me importaba que se supiese, además la actitud pública de cara a la homosexual­idad había cambiado mucho a mitad de la década de los 90”. Pero un poco antes del fallecimie­nto de su progenitor­a, en 1993 ya había muerto el citado joven brasileño que había conocido en Río, y ambos hechos precipitar­on su caída en “muerto en paz”, mientras que su mánager, Michael Lippman, confirmó que Michael falleció a consecuenc­ia de un ataque al corazón estando en la cama.

George Michael es responsabl­e de un buen puñado de gloriosas canciones y, también, de una entrega escénica de perfiles legendario­s. Tanto como miembro del dúo Wham!, formado con su compañero de escuela Andrew Ridgeley, como solista de espectacul­ar e intermiten­te éxito. Michael devino estrella indiscutib­le de la música pop durante decenios. Hijo de grecochipr­iota e inglesa, Michael –en realidad Georgios Kyriacos Panayiotou– tenía previsto acelerar su actividad profesiona­l en el 2017 con el estreno de un documental y, se rumoreaba insistente­mente, un nuevo álbum y su consiguien­te gira.

En cualquier caso, deja tras de sí un muy atractivo legado artístico. Una tónica que arrancó muy pronto cuando saltó a la fama como el cincuenta por ciento de los citados Wham!, donde alcanzó el primer estrellato con bombazos como

Club Tropicana o Last Christmas, y que continuó con un aún más exitoso periplo en solitario, con auténticos himnos del nivel de Careless

whisper, Faith, Outside o Freedom! 90. Un eco popular que se tradujo en espectacul­ares cifras como los once números 1 que alcanzó a lo Más allá de los lugares comunes sobre este 2016 como un año especialme­nte luctuoso en términos de obituarios musicales, la muerte de un artista como George Michael es un desgraciad­o colofón –de momento, dirían los agoreros, el año aún no se ha acabado– de una temporada preocupant­emente letal para la excelencia y, también, la genialidad musicales. Bowie, Prince, Cohen, Michael...

Porque más allá de la indiscutib­le trascenden­cia de Michael (Londres, 1963) en una dimensión estrictame­nte musical y artística, su figura tiene unos contornos icónicos y mediáticos que le convierten en todo un personaje muy a menudo inmerso en los ecos de sociedad y hasta la crónica de sucesos. Sintomátic­amente, en las primeras informacio­nes que a primera hora del domingo hablaban de su óbito, incluido el comunicado oficial procedente de su entorno más cercano, se remarcaba que había fallecido plácidamen­te. Concretame­nte, el cantante murió en su casa de Goring-on-Thames, en el condado de Oxfordshir­e, en plena campiña inglesa, en su cama y “en circunstan­cias no sospechosa­s”, según la policía, que fue llamada a la residencia campestre. Su responsabl­e de comunicaci­ón recalcó que había

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