Trincheras ideológicas
Miguel Ángel Aguilar escribe: “Los sucesivos inquilinos de la Moncloa carecieron de la generosidad suarista. Aznar se empeñó en hacer de Zapatero un radical pancartista para que así el PP multiplicara sus opciones de seguir en el poder. Zapatero se complacía con un PP echado al monte y unos obispos convertidos en manifestantes atentos a las barbaries radiofónicas de Federico difundidas por la Cope”.
Es un hecho adquirido que quien gobierna es en buena medida responsable de la oposición que tiene enfrente, porque el Gobierno tiene gran poder de inducción. En ocasiones, apostar por la oposición que resulta más cómoda para el partido que gobierna, la que más facilita, a veces con sus maximalismos, la prórroga de quienes se encuentran en el poder, llegado el inevitable agotamiento final deja un panorama que debilita o aniquila el sistema político en su conjunto. Quien mejor se comportó a este respecto fue el presidente Suárez, empeñado en favorecer un PSOE moderado bajo el liderazgo de Felipe González.
Por eso, cuando en mayo de 1979 en el XXVIII congreso federal del PSOE al ser derrotada su propuesta de retirar la definición marxista del partido, dejó de ser candidato a secretario general y asumió la dirección una gestora, Suárez decidió dejarla en el limbo y reservar el contacto privilegiado con González. El presidente sabía que los Francisco Bustelo, Gómez Llorente o Pablo Castellano, bajo la égida de José Federico de Carvajal, llevarían al PSOE a una radicalidad que lo habría descartado de la victoria unos años pero que haría daños al sistema naciente de la monarquía parlamentaria. Por eso mantuvo distancia con la gestora y se acercó a Felipe, quien podía disputarle con probabilidad el poder como se comprobó en 1982.
Los sucesivos inquilinos de la Moncloa carecieron de la generosidad suarista. Aznar se empeñó en hacer de Zapatero un radical pancartista para que así el PP multiplicara sus opciones de seguir en el poder. Zapatero se complacía con un PP echado al monte y unos obispos convertidos en manifestantes atentos a las barbaries radiofónicas de Federico difundidas por la Cope. Su cálculo era que ese ambiente frenaría el desencanto de los propios y afines y les llevaría a las urnas con el voto irremediable. Rajoy ha sido rotundo cinco años: al PSOE, ni agua. Sin distinguir entre Rubalcaba o Sánchez. Así parecía iniciarse la legislatura, pero asistimos a un giro copernicano. El marianismo ha decidido liquidar a Ciudadanos, pues no quiere competidores en su campo y los acuerdos los hace con el PSOE, que ha desplazado las complacencias anteriores depositadas en el imposible de Podemos. El bipartidismo imperfecto está de vuelta. Atentos.