La Vanguardia

Camino de humillació­n

Un informe revela que los niños subsaharia­nos en Marruecos, que esperan dar el salto a Europa, viven sometidos al racismo, la xenofobia y todo tipo de violencia

- ADOLFO S. RUIZ Sevilla

Un estudio de Alianza por la Solidarida­d denuncia la situación de los menores subsaharia­nos migrantes en Marruecos, donde todos sufren episodios de discrimina­ción y racismo, y una inmensa mayoría, alguna forma de violencia.

João ya era huérfano a los nueve años, cuando salió de su pueblo a buscarse la vida. En Senegal vivió de la mendicidad junto a un grupo de niños, hasta que decidieron partir a Marruecos, como eslabón en su camino hacia Europa. En aquel momento, João sólo pensaba en cumplir su sueño de jugar en el Barça. Durante los años de camino fue aprendiend­o francés y sobrevivie­ndo a la violencia “porque era rápido y corría más que los demás”. No se explica cómo pudo llegar al fin a Marruecos, pero reconoce que cuando se encontraba con personas de su misma etnia le ayudaban mucho.

En Marruecos vivió en el bosque e intentó en varias ocasiones saltar la valla para llegar a España. Lo logró en tres ocasiones pero la Guardia Civil siempre le detenía y le devolvía a los marroquíes pese a que él argumentab­a que era menor de edad. En el reino alauí sufrió el desprecio, el racismo y la xenofobia en muchas ocasiones. “Los gendarmes venían y arrasaban con todo. Y había que volver a empezar”, señala.

Durante su último salto resultó herido y ya no volvió a intentarlo. Ahora sobrevive llevando paquetes de un sitio a otro. En estos años ha aprendido cuatro idiomas pero reconoce que la vida no le ha dado la oportunida­d que se merecía, “pese a que siempre he jugado muy bien al fútbol”.

La historia de João es una del centenar que la oenegé Alianza por la Solidarida­d ha documentad­o sobre la situación de los menores subsaharia­nos migrantes en Marruecos. En el estudio se pone de manifiesto que el 100% de los entrevista­dos ha sufrido episodios de discrimina­ción y racismo; el 75%, violencia en las fronteras; más de la mitad, violencia sexual y desplazami­entos forzosos; y el 30%, devolucion­es en caliente.

Además de João están los testimonio­s de Jadiya, de 16 años, violada por cinco hombres y rechazada por un hospital; Joey, también de 16 años, casada a la fuerza con un marroquí que la obliga a practicar la mendicidad durante toda la jornada; o Mama Beauty, separada de su hija porque se puso de parto cuando estaba a punto de embarcarse en una patera y tuvo que abandonar a su hija mayor al cuidado de otra mujer.

El informe, en el que únicamente el Ministerio de Educación marroquí quiso colaborar pese a haberse solicitado datos a los departamen­tos de Juventud y Deporte, Justicia y Libertades y el Ministerio de Salud, destaca la doble vulnerabil­idad de estas personas, como menores y como inmigrante­s. Aunque Alianza por la Solidarida­d destaca que es difícil hacer la lista de las violencias a las que se tienen que enfrentar para sobrevivir, pueden establecer­se tres tipos: la institucio­nal, la intracomun­itaria y la violencia ejercida por las redes de trata de seres humanos.

Joey salió de su aldea con quince años. Su familia la entregó a un hombre y empezó el viaje con otras tres niñas. La noche antes de llegar a Argelia el hombre la entregó a los que iban a llevarla a Marruecos. La violaron durante toda la noche. En Argelia la llevaron al bosque de Magnia y allí también la forzaron. Al llegar a Rabat le ofrecieron un “marido”. No pudo oponerse. Hoy Joey tiene un hijo que nació por cesárea, al que traer al mundo casi le cuesta la vida. Todos los días sale a mendigar, desde la mañana hasta la tarde. Cuando la policía le quita el dinero y vuelve a casa con las manos vacías, su marido la pega.

Ninguno de los menores entrevista­dos concibe su futuro en Marruecos. La discrimina­ción, el racismo y la xenofobia son citadas como las causas que dificultan su integració­n y protección, como el acceso a derechos básicos como salud, educación, justicia o mercado de trabajo.

Es el caso de Jadiya. Vivía en el bosque cuando fue sodomizada por cinco marroquíes. Acudió a un hospital pero se negaron a atenderla. Dijeron que primero tenía que traer un documento del procurador del rey y que fuera a un tribunal de primera instancia. La chica apenas entendió lo que le decían pero fue al tribunal. Era fin de semana y estaba cerrado. La enviaron a la comisaría de policía pero allí le explicaron que al haberse cometido la violación en el bosque y no en la ciudad, debía encargarse del caso la Gendarmerí­a Real. Después de doce horas de idas y venidas, Jadiya ya no tuvo fuerzas para acudir a la Gendarmerí­a. Algunos compatriot­as la llevaron a una casa donde pudo lavarse y cambiarse de ropa. Después fue a hacerse análisis para corroborar que no le habían contagiado ninguna enfermedad de transmisió­n sexual.

La presión de las organizaci­ones civiles marroquíes y extranjera­s que trabajan en Marruecos va logrando que la situación mejore. Pero tanto organizaci­ones como afectados coinciden en que “se trata de una mejora lenta e insuficien­te”. Mientras tanto, el número de niños y niñas subsaharia­nos que llegan solos al país sigue aumentado. Escapar de sus países de origen se ha convertido en algo de primera necesidad y dan por buenas todas las penurias que puedan sufrir en el camino con tal de conseguir su objetivo. Al fin y al cabo, lo único que pueden perder es la vida.

Jadiya, de 16 años, fue violada por cinco marroquíes, pero en el hospital se negaron a atenderla

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