Objetivos y resultados
El análisis de las políticas de ayuda a los parados de diferentes países de Europa; y el reforzamiento de la figura de Vladímir Putin en Rusia merced a los recientes conflictos internacionales.
UN estudio del Ministerio de Finanzas de Francia divulgado ayer disecciona las ayudas a los desempleados en 16 países europeos, a partir de datos del 2014, con el objetivo de esclarecer el eterno dilema: ¿cuanto más generosas y prolongadas son las ayudas públicas, menor es el ritmo de reintegración al mercado laboral de los desempleados? La complejidad y las particularidades se acaban imponiendo y el informe, en consecuencia, no responde con claridad a la pregunta, si bien las conclusiones están más cerca de la tesis liberal: la búsqueda de un nuevo empleo se ralentiza en los países más “generosos”.
Sorprende, de entrada, la disparidad de criterios y políticas sobre ayudas a los parados que existen en los estados europeos. Mientras en Bélgica las ayudas públicas son ilimitadas, un parado en el Reino Unido cobra un máximo de seis meses. Las divergencias aparecen en todos los aspectos que se computan, lo que dificulta aplicar unas recetas universales o extraer unas lecciones indiscutibles. Así, un desempleado en España sólo cobra el 61% de los ingresos que tenía en sus últimos meses de actividad laboral, por debajo de la media europea –que está en el 69%–, sólo por delante de Suecia (56%) y, en la cola, el Reino Unido (54%), muy lejos todos de Luxemburgo (87%), Dinamarca (84%) y Suiza (77%). Sin embargo, un parado en España accede a las ayudas públicas con más facilidad que en la mayoría de los estados, ya que basta con haber trabajado doce meses dentro de un periodo de 72 meses para tener derecho a una prestación, aunque después la duración de esa prestación sea corta: un año de cotización apenas dará derecho a cuatro meses de ayudas (una ratio que sólo Holanda tiene más baja). Una tercera característica de España es la penalización a los salarios más elevados, los más castigados de toda la franja laboral. Si, de promedio, el parado español se tiene que conformar con un 61% de lo que ganaba, cuando se trata de un asalariado del tramo alto la proporción cae al 34% (el techo español de prestaciones por desempleo está en 1.400 euros mensuales), porcentaje que supone la mitad del que perciben sus pares franceses.
El informe elaborado por el Ministerio de Finanzas francés desmiente tópicos, empezando por el cliché de que Francia tiene una elevada protección a sus parados, y no se atreve, con carácter universal, a responder al referido dilema si bien, con prudencia, constata que los subsidios elevados ralentizan el retorno al mercado laboral, que se produce aun ritmo más alto cuando los subsidios tocan a su fin. Lo mismo sucede si las indemnizaciones pasan de siete a quince meses trabajados... Un dato matizable pero que avala las sugerencias del informe es que el desempleo del Reino Unido –el peor país para perder el empleo de los países estudiados– es de
sólo el 5,4%. No hay una receta categórica. Un desempleado en España tiene, objetivamente, muchas más dificultades para encontrar un trabajo en su país que un británico y esto justifica que el sistema español parezca más generoso cuando lo que está siendo es realista. La disparidad de criterios se explica, de manera determinante, por el factor decisivo: el mercado laboral (de ahí también las diferentes penalizaciones y exigencias al desempleado que estipula cada Estado). Lo que, por sentido común, parece desincentivador en la búsqueda de empleo son aquellas fórmulas, como una renta universal, que hacen tabla rasa e igualan.