Suscribir al Rey
Cree el señor Echenique, de Podemos, que el mensaje del rey Felipe VI lo podría haber suscrito Rajoy. Eso espero, Echenique. Eso espero, porque si el jefe del Gobierno no pudiera suscribir un discurso del jefe del Estado, aunque sea el de Navidad, tendríamos un problema. En otras monarquías parlamentarias de envidiable tradición democrática, los jefes de gobierno no sólo suscriben lo que dicen los monarcas, sino que lo escriben, y el discurso de la Corona responde exactamente al pensamiento de la mayoría, conservadora cuando toca y socialdemócrata o laborista cuando toca también.
Y entiendo modestamente que aquí en España cualquier otro líder o partido podría suscribir los contenidos de los mensajes de Felipe VI por lo que dijo la noche del 24. Si no lo hace, es por alguna otra razón: porque es republicano y repudia todo lo que se diga desde la Zarzuela, y está en su derecho; porque hay ilusos que imaginan que el Rey puede hacer una interpretación personal de la legalidad, como si fuese un politólogo de guardia; porque se cree que puede encabezar un movimiento de revisión de las leyes para poner patas arriba el ordenamiento; porque se desea verle alentando el incumplimiento de esas leyes antes de ser reformadas; o porque se considera que un rey puede ser soberanista catalán, o vasco, o gallego y ponerse al frente de quienes reclaman un referéndum.
Parece mentira que haya que repetir esto después de 40 años, pero el jefe del Estado, rey o presidente de república, tiene que ser el escrúpulo máximo ante la norma y las funciones que le atribuye la Constitución. Me parece correcto que se le censure su falta de referencia a la violencia de género. Pero en lo demás, permítanme la misma libertad de los críticos: creo que en España hace falta un jefe de Estado como Felipe VI; un hombre con capacidad para percibir las demandas sociales, desde luego la de trabajo digno; que perciba la transformación tecnológica; que actúe de motor de la educación; un monarca que convoque al diálogo, y una voz que machaconamente advierta contra los viejos rencores. Suscribir esto no es un demérito para el Rey ni para nadie. Aunque quien suscriba se llame Rajoy.