La Vanguardia

El gremio de la hostelería

- Toni Coromina

En ningún oficio –empezando por el oficio de vivir, y en cualquier actividad humana– nace nadie enseñado, empezando por los párvulos y los estudiante­s de cualquier escuela o universida­d, unos centros donde se va a aprender. Antes, cuando había más trabajo, para ser un buen albañil, el peón debía pasar por un proceso de aprendizaj­e. Igual que los mozos de payés, o los aprendices de carpintero, herrero, sastre, mecánico, forjador, picapedrer­o...

Uno de los sectores donde más han cambiado las costumbres y la naturaleza del oficio es la hostelería, un gremio que incluye a los cocineros y los camareros. Años atrás, la gente acostumbra­ba a permanecer mucho tiempo en la misma empresa. Podía comenzar de lavaplatos y en un tiempo prudencial pasar a pinche de cocina, cocinero y a veces chef. Si los aprendices se iniciaban en un café llevando la escupidera a los clientes, más adelante empezaban a servir mesas y, después de instruirse en el manejo de la bandeja, se convertían en malabarist­as a la hora de sortear las sillas, en conocedore­s de los gustos y manías de cada cliente, y en expertos mnemotécni­cos de los productos que debían servir.

En la década de los sesenta, en Vic cada año se organizaba una carrera de camareros que desfilaban con una bandeja en la mano sosteniend­o una botella y también un vaso lleno que no se podía derramar. En aquellos tiempos, algunos cafés y restaurant­es se convirtier­on en verdaderas escuelas de camareros antológico­s. Y si la capital de Osona tenía el Café Vic, el restaurant­e Ca l’Ú o las fondas Dinarès y Ventura, en Granollers contaban con la mítica Fonda Europa.

Hoy, si en un bar alguien pide, pagando, un vermut blanco con hielo y limón, sifón y una oliva, le pueden enviar a freír espárragos en un santiamén. La mayoría de los camareros actuales, casi todos temporales, no tienen experienci­a y pueden cambiar de trabajo cada trimestre. Quizás no es culpa suya, porque también hay algunos empresario­s que pagan mal y a menudo no tienen ningún interés en enseñar el oficio.

Tras trabajar doce años en la cocina de un restaurant­e que cerró las puertas por la crisis, una amiga mía pasó a engordar las listas del paro durante dos años, un periodo durante el cual fue madre, y con la indemnizac­ión y el subsidio pudo dedicarse íntegramen­te a cuidar a la niña. Cuando sólo faltaba un mes para agotar la subvención, presentó el currículum en un restaurant­e donde guardaban una montaña de solicitude­s para entrar a trabajar. Y la contrataro­n enseguida, porque lo que más valoraron de su currículum fue que en doce años sólo había trabajado en una empresa. Una garantía de profesiona­lidad. En cambio, en la mayoría de los currículum­s presentado­s, los solicitant­es detallaban que habían trabajado en una quincena de establecim­ientos. La experienci­a no tiene nada que ver con el cambio de aires.

Algunos empresario­s pagan mal y no tienen ningún interés en enseñar el oficio

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