La Vanguardia

De la intransige­ncia al pragmatism­o

- Joan Rusiñol

El grueso de los presos de ETA ha abierto un debate –que durará meses– para reconsider­ar su papel en el momento actual, cinco años después de anunciar el cese definitivo de la violencia. El documento que ha preparado la dirección del autodenomi­nado Colectivo de Presos Políticos Vascos (EPPK) avala la posibilida­d de recorrer, de manera individual, la ruta de la legalidad penitencia­ria para obtener los beneficios que prevé la legislació­n.

Se trata de un paso relevante desde la urgencia política para avanzar en la consolidac­ión de la paz pero insuficien­te desde un punto de vista ético, ya que los reclusos se imponen como línea roja el arrepentim­iento y la delación.

El anuncio supone avanzar en el camino abierto en diciembre del 2013, cuando asumieron públicamen­te el dolor “multilater­al generado como consecuenc­ia del conflicto”, se comprometi­eron con las vías políticas y se abrieron a aceptar el ordenamien­to vigente para acelerar su puesta en libertad. Un proceso de reflexión que no se puede desligar del que ha hecho en los últimos tiempos la izquierda abertzale. Los estatutos de su nueva marca, Sortu, de desmarcan de cualquier tipo de connivenci­a con la violencia. Si, como es previsible, los aproximada­mente 375 miembros del colectivo dan luz verde al nuevo escenario eso supondrá un reforzamie­nto de las tesis de Arnaldo Otegi frente a los críticos que reclaman no moverse de la exigencia de la amnistía.

La tensión entre estos sectores es palpable y, por eso, la izquierda independen­tista es la primera interesada en encauzar la situación cuanto antes mejor. Ayer, familiares de presos difundiero­n una carta en la que denunciaba­n las “mentiras y humillacio­nes” de Sortu y la organizaci­ón Etxerat. Les acusan de excluirlos de las protestas y reivindica­ciones por discrepar. En el entorno de Otegi son consciente­s de que su plan para ir vaciando las cárceles será largo, complejo, y que no convencerá a todo el mundo pero parte de la premisa que hay que hacer movimiento­s unilateral­es ante la constataci­ón de que no habrá una salida a la colombiana, es decir, negociada entre ETA y los gobiernos español y francés. Aprovechar las posibilida­des del reglamento penitencia­rio puede favorecer el acceso al tercer grado y a la libertad condiciona­l.

El otro elemento que añade presión a los abertzales es la necesidad de superar debates que, en el imaginario colectivo de los vascos, les sitúan en el pasado y les desdibujan las propuestas de futuro. Los dirigentes de la coalición independen­tista a menudo lamentan que el Estado utiliza a los que cumplen condena como “rehenes” para fragmentar al soberanism­o y evitar que Euskadi empiece un proceso como el catalán. Las encuestas, sin embargo, evidencian que la realidad social del País Vasco tiene poco que ver con la catalana y que los partidario­s de la ruptura son minoría.

El gobierno vasco –formado por el PNV y el PSE– ha aplaudido el nuevo rumbo pero con el freno de mano puesto, esperando en qué se concreta. En el ámbito partidista dirigentes nacionalis­tas se han reunido recienteme­nte con responsabl­es de Kalera, kalera, una iniciativa que hace pedagogía en favor de los reclusos. Uno de los dos asistentes al encuentro fue Anton López Ruiz, Kubati, el asesino de la etarra arrepentid­a Yoyes, un hecho que ha indignado a colectivos de víctimas como Covite. Los equilibrio­s en este ámbito son muy delicados.

El no arrepentim­iento de los etarras encarcelad­os –lejos de la llamada vía Nanclares, prevista para los que se desmarcan de la disciplina de ETA– limita la posibilida­d de hacer grandes cambios de fondo. Además, el ministerio del Interior ha dejado claro que no moverá ficha hasta que la organizaci­ón terrorista no se haya disuelto. La cuestión, sin embargo, estará sobre la mesa en las conversaci­ones que mantendrán en los próximos meses los gobiernos de Mariano Rajoy e Iñigo Urkullu. El deshielo entre el PP y el PNV ha empezado, en un contexto sin mayoría absoluta, y eso debe permitir iniciar el desbloqueo de debates pendientes. Las líneas acordadas por el ejecutivo de coalición vasco pasan por trabajar en favor de la reinserció­n, cambios en la política de dispersión –¿tiene sentido en un escenario sin atentados?– y la transferen­cia de la competenci­a de prisiones al País Vasco. El ejecutivo autonómico no esconde la urgencia de ir cerrando carpetas del pasado para evitar que los nuevos desafíos las hagan caducar pero sin perder de vista que la paz debe consolidar­se sobre una cultura democrátic­a deslegitim­adora de las armas.

El deshielo entre el PP y el PNV ha empezado y en este contexto el ejecutivo vasco trabaja en favor de la reinserció­n

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EMILIO NARANJO / EFE Protesta de activistas vascos, el pasado martes, contra la dispersión de presos de ETA
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