La Vanguardia

“Últimament­e hago mucho de tipo duro con pistola y me encanta”

JOSE CORONADO ACTOR

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Ha sido camionero, don Juan, mafioso, periodista, maestro, empleado de banca, militar, el padre de Hamlet, Lope de Vega, Francisco de Goya y otro papel para el que parece haber nacido y por el que la Academia de Cine le dio el Goya: un policía duro, turbio a veces, de los de botas camperas, barba de cuatro días y pipa al cinto. Ahora Jose Coronado (Madrid, 1957) se mete en la piel de un padre que busca la verdad en Contratiem­po, su último filme, que se estrena el 6 de enero.

De nuevo con Oriol Paulo

tras El cuerpo. ¿Qué lleva a un actor de dilatada trayectori­a a embarcarse en los proyectos de un director novel? Oriol está llamado a ser uno de los cineastas más importante­s de los años que vienen. Prepara mucho a los actores: estuvimos casi un mes y medio ensayando para ambas películas, como si fuésemos a hacer teatro. Cualquier actor que se precie, se dará de hostias por trabajar con Uri.

¿Cuesta promociona­r una película de Oriol Paulo sin desvelar informació­n? Cuesta, cuesta. Pero tiene un montaje que pocas veces se ve en películas españolas; solo puedo recomendar­la e invitar a entrar en ella para intentar hallar dónde está la verdad. Hay quien se sorprende con el final y quien juega a adivinar pistas, que el director te cambia con un giro.

Tomás ¿Empatiza Garrido, con en su cuanto personaje,al tesón de ese padre coraje buscando a toda costa la verdad? Claro, no solo tengo dos hijos sino que el mayor está en la edad del de Tomás Garrido. Uno busca siempre referencia­s para construir sus personajes pero en este caso la tenía muy directa. Uri me lo dijo: “Te escogí porque creo que eres buena persona, como Tomás Garrido”, y se lo agradezco. Mi personaje no es un vengador ni un justiciero sin escrúpulos, solo quiere la verdad. Cuando se da cuenta de que quienes viven en el poder están cubiertos de estrategia­s que impiden llegar a ellos, algo que vemos hoy en día en los telediario­s con tantos sinvergüen­zas, va a por la verdad a su manera. El inspector Santos Trinidad le dio un Goya. ¿Hay un punto de inflexión en su carrera tras trabajar con Enrique Urbizu? Enrique, con quien he hecho tres películas y a quien siempre estaré agradecido, me abrió todo un género. Ese perfil de personaje duro me ayudó a quitarme el sambenito de galán, que nunca desprecié sino que agradecí. En estos últimos seis años, el 80% de lo que he hecho es de tipo duro y con pistola, un género que me gusta mucho y en el que, gracias a las enseñanzas de Enrique, he aprendido a moverme.

Antes que actor fue estudiante de Derecho y de Medicina. Llegando a los 60 años, ¿cuántas vidas ha vivido?

Tengo una vida tan rica que un día a los 30, poco después de comenzar en esta profesión, pensé que podía morirme en ese momento y debía dar las gracias por tanto privilegio. Treinta años después sigo en una profesión que me encontré por azar, que me ha permitido ganarme la vida dignamente y, sobre todo, la posibilida­d de vivir muchas vidas y enriquecer­me tanto personalme­nte construyen­do personajes.

No reniega de sus comienzos como galán, incluso reconoce que al principio no podía hacer mucho más. No es tan habitual admitir unos comienzos profesiona­les tan humildes.

“Me siento de un respetado que me da casi vergüenza, por eso no niego una foto o una sonrisa a nadie” “Cualquier actor que se precie se dará de hostias por trabajar con Uri (Paulo); será un gran cineasta”

La humildad hay que llevarla a todas partes. De la gente que he conocido, cuanto más grandes son, más humildes. En esta profesión hay un peligro: olvidarte de ser persona. El glamour, el halago fácil, el aplauso... Si empiezas a levantar los pies y pierdes la persona que eres, malo. Creo que a mí me salvó que entré casi con 30, llevaba desde los 17 fuera de casa ganándome la vida y que un puñado de amigos me dijo: “Jose, no cambies”. Lo he intentado.

Y quien le conoce dice que lo ha logrado.

No sé hacerlo de otra forma. A mí me da igual lo brillante que seas como profesiona­l si no brillas como persona. Y eso significa sencillez, humildad y educación.

¿Conserva todavía a aquellos amigos?

Por supuesto, son los buenos. Tengo grandes amigos de la profesión, pero los del alma son aquellos con los que cuento desde antes de entrar en esto.

¿Cómo cree que le ven los demás?

No sé qué he hecho pero me siento de un respetado que me da casi vergüenza. Recibo mucho más de lo que yo doy. Eso me fuerza a dar más aún, estar siempre disponible, no negar una foto o una sonrisa a nadie. Cuando alguien se queja de que por la calle le molestan y le piden fotos, yo me pregunto cómo puede molestarle­s que te regalen esa energía positiva, total por un momento que no te cuesta nada y haces contenta a una persona. Nunca en mi vida, cualquiera que fuese mi estado de ánimo, le he negado una foto a nadie. Se me acercan con alegría y amabilidad y eso me lo llevo para mí, que me enriquece muchísimo.

Cuando a un actor le pillan en un renuncio, ¿monta un drama de Shakespear­e o dice la verdad? Yo digo la verdad siempre. Hice una película que se llamaba La vida de nadie, que narra la historia de un mentiroso, cómo las mentiras son piedras que vas metiendo en una mochila, lo que implica cargar con ellas y recordarla­s. Bien, pues yo quiero decir la verdad e ir libre de equipaje. Eso no significa que no pueda cambiar con el tiempo, que lo que pensaba en los años ochenta ahora sea distinto porque he evoluciona­do. Soy un gran defensor de la verdad y de cuando dicen “¡corten!” volverme a casa y colgar el traje del personaje.

Farid Mohamed Al Lal, presunto líder de una célula yihadista en Ceuta, dijo en el banquillo que estaba allí, de algún modo, por su culpa. Llegó a escribirme desde prisión. No leí las cartas porque no quería mortificar­me ni vincularme. Ese hombre tiene ciertos problemas psíquicos y lo que dijo salió de una fantasía: como que cuando lo detuvieron yo le di un puñetazo, que si Hiba Abouk estaba presente como policía judicial... Mezcló completame­nte la realidad y la ficción. Pero algo así no te hace ninguna gracia por cómo está hoy en día el mundo.

La parte positiva es que confundió al actor con un policía real. Eso habla muy bien de su trabajo. Uno de los piropos más bonitos que me han dicho fue este tuit: “Jose Coronado es un policía que en sus ratos libres hace de actor”. Respeto mucho a la profesión. Para cargar mis personajes he estado con ellos en mil situacione­s: investigac­iones, ruedas de reconocimi­ento, visitando antros de los bajos fondos. Es una profesión dura, pasar al lado oscuro supone cruzar una línea muy fina y quienes se mantienen en su lugar trabajando para el prójimo, por poco sueldo además, son dignos de toda admiración.

Su hija está a punto de entrar en la adolescenc­ia. ¿Lo lleva como el personaje de su próxima película, la comedia Es por tu

bien? Tiene 14 y está ahí, llegando, le queda poquito ya. No, no tengo nada que ver con mi personaje, gracias a Dios: es un tío absolutame­nte retrógrado, cuadricula­do y facha, facha. Sí es común a muchos padres que cuando su hija entra en edad núbil, cualquier novio les parecerá poco para ella. Con mi hija intento tener la misma relación que con mi hijo, que es mayor, y darle la misma libertad. Si alguna vez me resulta difícil, la procesión irá por dentro.

Durante una breve temporada, fue casi duque consorte: lo vimos en portada junto a la única hija de la duquesa de Alba. De esa película no me acuerdo (risas). Es sólo una anécdota en mi vida que no merece más comentario.

¿Ahora es feliz?

Siempre lo he sido. No me permito no serlo; tengo una vida demasiado privilegia­da para quejarme.

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ANDRÉS GUERRA la entrevista
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Coronado se pone en la piel de un padre coraje en Contratiem­po, película dirigida por Oriol Paulo, que se estrena el próximo viernes
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ANA JIMÉNEZ

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