La épica austera
La sala Beckett es uno de los milagros de la escena artística del país. Cuando los vientos echaban a los textos de los montajes hegemónicos, Sanchis Sinisterra apostó por la radicalidad de la palabra proyectada a la tercera dimensión. La historia es harto conocida. Los muchos dramaturgos catalanes actuales que estrenan y trabajan por todo el mundo no existirían sin la Beckett. Su reciente traspaso a la nueva sede del Poblenou abre una etapa que invita al esplendor, pero también presenta los requisitos ideales para sufrir una crisis de crecimiento. Hará falta arrastrar al público barcelonés fuera del círculo de confort de la centralidad teatral o ensancharlo a base de Google Maps. Y también trabajar la convivencia de dos salas potentes, bautizadas como la de Dalt i la de Baix (que también podría llamarse Litoral en honor a las rondas), sin que se produzca ningún descalabro. Mañana la nueva Beckett empieza el año con lírica y épica. En la sala de Baix, siguen las funciones de La desaparició de Wendy, de Benet i Jornet, un cálido homenaje al teatro que abole los límites fijados por aquella famosa lección de Barrio Sésamo sobre dentro y fuera. Mientras tanto, en la Beckett de Dalt, Quimet Pla estrena Odisseus, un exitoso intento de transformar los 12.109 hexámetros del poema épico de Homero en una rotunda función de teatro que amalgama recursos de diversos lenguajes teatrales.
Lo hace al frente de una compañía numerosa, talentosa y energética que merece ser trending topic: los TTT, Teatre Tot Terreny. Una veintena de intérpretes intrépidos, sonorizados por cinco músicos que ofrecen ritmos, melodías y efectos de sonido ajustados milimétricamente a la acción. Con un Oriol Pla en el papel de un narrador lo suficientemente versátil para transfigurarse en caballo de claqué y una puesta en escena solvente, capaz de embarcar al espectador en la épica travesía odiseica, atravesando mares y montañas, resistiendo eólicas tormentas y luchando contra un gigantesco Polifemo. En el programa de mano Quimet Pla apela a las tres patas que su compañero de Comediants Joan Armengol adjudicaba a la interpretación: ritmo, tiempo y espacio. Que la tradición del teatro gestual llegue al templo del teatro de texto para ponerse al servicio de uno de los poemas canónicos de la historia literaria occidental es una noticia excelente. De esta unión de lenguajes surge una épica austera que impacta más que una superproducción de Hollywood vista con gafas de 3D. Ritmo, tiempo, espacio, palabra, sonido y una plasticidad adecuada a la generosa volumetría de la sala consiguen que el periplo viaje a velocidad constante desde la comprensibilidad de un relato universalmente asumido. Llama la atención la naturalidad con que los protagonistas (de nombres como Antínou, Caribdis, Circe, Escil·la, Laertes, Nausica, Odisseu, Penèlope, Posidó, Telèmac...) usan el registro de lengua elegido para el montaje, contemporáneo y, a pesar de ello, formal.
Odisseus inaugura el ciclo Mar de Miralls, de obras centradas en los flujos de migración en el Mediterráneo.
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La tradición del teatro gestual llega al templo del teatro de texto al servicio de un poema épico: ‘La Odisea’