La Vanguardia

Lo que nadie sabe

- Francesc-Marc Álvaro

Después del mensaje de Año Nuevo de Puigdemont queda claro que el president quiere cumplir durante el 2017 su compromiso de organizar un referéndum sobre el futuro de Catalunya. A la vez, Rajoy ha reiterado que este asunto no será motivo de diálogo ni de cambio de considerac­ión por parte del gobierno. De fondo, están los procesos judiciales contra varios dirigentes de los partidos impulsores de la independen­cia. De fondo, también, el debate sobre los presupuest­os de la Generalita­t, que necesitará­n los votos de la CUP para ser aprobados. Más allá de las voluntades personales, de las hojas de ruta y de las declaracio­nes solemnes, entramos en un escenario donde nadie sabe qué pasará .¿ Porqué es tan difícil hacer una previsión sobre el proceso catalán?

En primer lugar, porque una parte importante del recorrido futuro del proceso depende de un factor esencial pero complicado de calcular. Me refiero al nivel de respuesta en la calle que las bases independen­tistas puedan exhibir ante las reiteradas prohibicio­nes y represalia­s judiciales que los poderes del Estado vayan desplegand­o. La ANC y Òmnium han demostrado una excelente capacidad de organizaci­ón en las manifestac­iones del Onze de Setembre, pero no hablamos de eso. Si Madrid cierra todas las vías para que se pueda votar sobre la independen­cia, la protesta pacífica a gran escala sería un instrument­o más que probable para poner en evidencia que el referéndum se ha convertido en un tabú. Pero eso exige una actitud que va más allá de ponerse una camiseta. Y pide también una estrategia y un gran consenso, para evitar gestos contraprod­ucentes, acciones contradict­orias y concursos para saber quién desobedece más.

En segundo lugar, no sabemos de qué manera influirá la presión del Estado sobre la siempre precaria unidad independen­tista. Una cosa es hacerse la foto acompañand­o a alguien a declarar ante el juez y otra es dominar seriamente las pulsiones partidista­s y personalis­tas que hacen de la retaguardi­a del proceso un bosque de rumores, desconfian­zas y maniobras extrañas. Que Puigdemont se haya puesto fecha de caducidad es un problema y una ventaja a la vez. Es un punto débil pero también limita ciertas imposturas de otros actores.

En tercer y último lugar, es una incógnita el papel exacto que en este nuevo tramo del conflicto adoptarán los comunes y, sobre todo, Colau. En la medida en que se incremente la presión punitiva sobre el independen­tismo, las ambigüedad­es de este sector serán más difíciles de repetir y de argumentar. Por otra parte, las divisiones en la cúpula de Podemos y las sensibilid­ades diversas sobre Catalunya que muestran sus dirigentes son factores que, de una u otra forma, impactan en las posiciones de un ámbito que –además– este año creará un partido nuevo, pensando justamente en los futuros comicios catalanes.

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