Carta republicana a los Reyes Magos

PEDIRLES a los Reyes Magos que traigan la república catalana en el 2017, como se lee en unos pasquines repartidos por Vic, resulta, como mínimo, una paradoja. O, para ser más exactos, un oxímoron, porque no se encargan las repúblicas (ni las de Exin) a los monarcas. No existe un manual de instrucciones sobre las solicitudes a los Magos de Oriente, pero no parece que junto a la Patrulla Canina o los Hatchimals tenga sentido incluir en las cartas un kit de independencia. Además, una vez que Benedicto XVI explicó en su último libro (La infancia de

Jesús) que seguramente los reyes no venían de Oriente, sino de Tartesos (enclavada en la actual Andalucía), aún parece más difícil que atiendan tal petición.

En todo caso, el reparto de farolillos con estelades (como invitan la ANC y Òmnium) podría tener sentido según el Evangelio de san Mateo, ya que los Magos siguieron una estrella que los guiaba. Así que la simbología aguanta. De todos modos, convertir en una reivindicación una fiesta infantil es un error. La polémica por la distribución de farolillos con la estelada y banderas independentistas en la cabalgata de Vic, que transmite TV3, es todo un regalo para los unionistas, que lo consideran una burda manipulación de una celebración para la chiquillería. Hasta Rajoy habló críticamente del asunto en su descanso gallego y Sociedad Civil pidió a la dirección del canal catalán que suspenda la retransmisión.

Con las ocurrencias hay que ir con cuidado, porque queriendo ser ingenioso, se puede resultar manifiestamente torpe. Josep Pla cuenta en El advenimiento de la República que coincidieron en una de las mejores casas del País Vasco José Ortega y Gasset y el rey Alfonso XIII y, cuando el filósofo le dijo que se dedicaba a la metafísica, el monarca respondió con una sonrisita que eso debía de ser muy complicado. Ortega encontró intolerable la respuesta y desde aquel día se convirtió en un republicano convencido.