La frontera entre el Brexit y el no Brexit
El regreso de los puestos fronterizos y aduaneros, la vigilancia y los controles de seguridad serían un desastre para Irlanda
Un siglo después de que Irlanda se deshiciera de las cadenas coloniales y el yugo centralista, el Reino Unido se dispone a tomarse la venganza en la forma del Brexit. Porque si el futuro está lleno de incertidumbres sobre lo que significa el divorcio con Europa para los británicos, los irlandeses tienen muy claro que para ellos, sin comerlo ni beberlo, constituye un desastre. Un magnífico ejemplo de daños colaterales.
“Nuestro más importante asunto de política exterior se llama Gran Bretaña, lo que nos une y también lo que nos separa”, dijo en 1922 Desmond Fitzgerald, tras convertirse en el primer secretario del Foreign Office de la República de Irlanda. Y así sigue siendo. Ahora, el Brexit ha convertido la relación con el vecino y principal socio comercial en una pesadilla, en la que Dublín tendrá que hacer malabarismos para preservar su identidad europea y una buena relación con Londres.
Un viaje por los 480 kilómetros
El Ulster no quiere perder un mercado único de 500 millones de personas que el resto de irlandeses tendrá
de zigzagueante frontera entre el Ulster y Eire, desde Dundalk, en el condado de Lough, hasta Derry, es un magnífico observatorio de los enormes problemas que se atisban en el horizonte en materia de inmigración, seguridad, aduanas y comercio. En la actualidad esa línea fronteriza es invisible, y uno sólo se da cuenta de que ha pasado de Rossinver a Garrison o de Ballyshannon a Bellek porque de repente el diseño de las líneas de la carretera y las señales de tráfico son ligeramente diferentes, o aparecen oficinas de cambio, o un cartel advierte de que el límite de velocidad es en millas en vez de en kilómetros, las marcas de gasolina son diferentes o en la calle principal hay un Barclays en vez de un Bank of Ireland. Es lo que se llama una frontera
blanda, y ambas partes quieren que siga siéndolo, pero la cuestión es cómo lograrlo si el Reino Unido se empeña en un Brexit duro que le permita recuperar el control de su inmigración, y con paradojas como que los ciudadanos del Ulster, que tienen derecho a la doble nacionalidad, sean al mismo tiempo ciudadanos y no ciudadanos de la UE.
El líder republicano Martin McGuiness, número dos del Sinn Fein y viceprimer ministro del Ulster, reclama un estatus especial para la provincia dentro de Europa. “Para nosotros –dice– fue muy difícil hacer la concesión de que todo cambio constitucional (como por ejemplo la reunificación de la isla) tuviera que contar con el consentimiento de las dos comunidades, la católica y la protestante. Pero ahora resulta que en una cuestión tan fundamental como la pertenencia a la UE, los ingleses van por libre e ignoran que aquí se votó la permanencia por un rotundo 56% frente al 44%”.
En localidades fronterizas como Pettigo, Kiltyclogher o Strabane hay granjas a caballo entre los dos países, y el fluctuante cambio de moneda hace que la gente llene el depósito de gasolina, encargue las pizzas o haga la compra en un lado o en el otro. La mera noción de barreras y puestos de control es un
Londres apuesta por establecer los controles fronterizos en los puertos y aeropuertos de la república
recordatorio de cómo eran las cosas durante los troubles, cuando torres de control del ejército vigilaban el movimiento de la gente en busca de terroristas. La única iniciativa que hasta ahora ha lanzado Theresa May para que todo pueda seguir más o menos igual es “trasladar” las fronteras del Reino Unido a Irlanda, como ha hecho con Francia en Calais, y que los puertos y aeropuertos irlandeses operen como puntos de entrada en Gran Bretaña. El problema es que ello plantearía cuestiones políticas y psicológicas sobre hasta qué punto Irlanda, un siglo después, es de verdad independiente de Londres y capaz de mantener al mismo tiempo su identidad europea y británica.
Gran Bretaña es con mucho el principal exportador de Irlanda, e Irlanda es el quinto socio comercial de Gran Bretaña, con transacciones semanales por valor de 1.500 millones de euros. El puente Londres-Dublín es el corredor aéreo con más tráfico de todo el continente. Para minimizar las turbulencias, la solución más fácil sería que el Reino Unido continuase en la Unión Aduanera, pero no está claro que vaya a ser así, con figuras del Gobierno como Liam Fox y Boris Johnson pidiendo una ruptura total que permita negociar con toda libertad futuros acuerdos.
“Lo que queremos es que todo siga igual –dice McGuinness–. No tiene sentido que el Ulster abandone un mercado único de 500 millones de personas, cuando al otro lado de la frontera siguen disfrutando de él. Sería una injusticia que tal vez destruiría el proceso de paz, o tal vez aceleraría la reunificación de la isla”.