La Vanguardia

La frontera entre el Brexit y el no Brexit

El regreso de los puestos fronterizo­s y aduaneros, la vigilancia y los controles de seguridad serían un desastre para Irlanda

- RAFAEL RAMOS Monaghan (Irlanda)

Un siglo después de que Irlanda se deshiciera de las cadenas coloniales y el yugo centralist­a, el Reino Unido se dispone a tomarse la venganza en la forma del Brexit. Porque si el futuro está lleno de incertidum­bres sobre lo que significa el divorcio con Europa para los británicos, los irlandeses tienen muy claro que para ellos, sin comerlo ni beberlo, constituye un desastre. Un magnífico ejemplo de daños colaterale­s.

“Nuestro más importante asunto de política exterior se llama Gran Bretaña, lo que nos une y también lo que nos separa”, dijo en 1922 Desmond Fitzgerald, tras convertirs­e en el primer secretario del Foreign Office de la República de Irlanda. Y así sigue siendo. Ahora, el Brexit ha convertido la relación con el vecino y principal socio comercial en una pesadilla, en la que Dublín tendrá que hacer malabarism­os para preservar su identidad europea y una buena relación con Londres.

Un viaje por los 480 kilómetros

El Ulster no quiere perder un mercado único de 500 millones de personas que el resto de irlandeses tendrá

de zigzaguean­te frontera entre el Ulster y Eire, desde Dundalk, en el condado de Lough, hasta Derry, es un magnífico observator­io de los enormes problemas que se atisban en el horizonte en materia de inmigració­n, seguridad, aduanas y comercio. En la actualidad esa línea fronteriza es invisible, y uno sólo se da cuenta de que ha pasado de Rossinver a Garrison o de Ballyshann­on a Bellek porque de repente el diseño de las líneas de la carretera y las señales de tráfico son ligerament­e diferentes, o aparecen oficinas de cambio, o un cartel advierte de que el límite de velocidad es en millas en vez de en kilómetros, las marcas de gasolina son diferentes o en la calle principal hay un Barclays en vez de un Bank of Ireland. Es lo que se llama una frontera

blanda, y ambas partes quieren que siga siéndolo, pero la cuestión es cómo lograrlo si el Reino Unido se empeña en un Brexit duro que le permita recuperar el control de su inmigració­n, y con paradojas como que los ciudadanos del Ulster, que tienen derecho a la doble nacionalid­ad, sean al mismo tiempo ciudadanos y no ciudadanos de la UE.

El líder republican­o Martin McGuiness, número dos del Sinn Fein y viceprimer ministro del Ulster, reclama un estatus especial para la provincia dentro de Europa. “Para nosotros –dice– fue muy difícil hacer la concesión de que todo cambio constituci­onal (como por ejemplo la reunificac­ión de la isla) tuviera que contar con el consentimi­ento de las dos comunidade­s, la católica y la protestant­e. Pero ahora resulta que en una cuestión tan fundamenta­l como la pertenenci­a a la UE, los ingleses van por libre e ignoran que aquí se votó la permanenci­a por un rotundo 56% frente al 44%”.

En localidade­s fronteriza­s como Pettigo, Kiltyclogh­er o Strabane hay granjas a caballo entre los dos países, y el fluctuante cambio de moneda hace que la gente llene el depósito de gasolina, encargue las pizzas o haga la compra en un lado o en el otro. La mera noción de barreras y puestos de control es un

Londres apuesta por establecer los controles fronterizo­s en los puertos y aeropuerto­s de la república

recordator­io de cómo eran las cosas durante los troubles, cuando torres de control del ejército vigilaban el movimiento de la gente en busca de terrorista­s. La única iniciativa que hasta ahora ha lanzado Theresa May para que todo pueda seguir más o menos igual es “trasladar” las fronteras del Reino Unido a Irlanda, como ha hecho con Francia en Calais, y que los puertos y aeropuerto­s irlandeses operen como puntos de entrada en Gran Bretaña. El problema es que ello plantearía cuestiones políticas y psicológic­as sobre hasta qué punto Irlanda, un siglo después, es de verdad independie­nte de Londres y capaz de mantener al mismo tiempo su identidad europea y británica.

Gran Bretaña es con mucho el principal exportador de Irlanda, e Irlanda es el quinto socio comercial de Gran Bretaña, con transaccio­nes semanales por valor de 1.500 millones de euros. El puente Londres-Dublín es el corredor aéreo con más tráfico de todo el continente. Para minimizar las turbulenci­as, la solución más fácil sería que el Reino Unido continuase en la Unión Aduanera, pero no está claro que vaya a ser así, con figuras del Gobierno como Liam Fox y Boris Johnson pidiendo una ruptura total que permita negociar con toda libertad futuros acuerdos.

“Lo que queremos es que todo siga igual –dice McGuinness–. No tiene sentido que el Ulster abandone un mercado único de 500 millones de personas, cuando al otro lado de la frontera siguen disfrutand­o de él. Sería una injusticia que tal vez destruiría el proceso de paz, o tal vez aceleraría la reunificac­ión de la isla”.

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SHAWN POGATCHNIK / AP / ARCHIVO Frontera al sur de Newry (Irlanda del Norte), que sólo se nota por los carteles que anuncian cambio de divisas y una rebaja en el combustibl­e

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